El malestar en la cibercultura.

La semana pasada estuve en la librería La Central del Raval (Barcelona) y saqué la siguiente foto:

Si bien mi objetivo primordial era ver dónde estaban Las Leyes de la Interfaz y con cuáles textos dialogaba -según el criterio del librero-, la foto me sirvió para mapear las principales obras sobre ciberculturas publicadas en la primera mitad del 2018. Basta dar una mirada rápida a los títulos y subtítulos («historia crítica de Internet», «Atrapados», «para adelgazar al Gran Hermano», «People vs. Tech», «Internet is killing democracy», «la locura del solucionismo tecnológico», «odio internet», «filtro burbuja», «utopía nihilista de las redes», «fake news», etc.) para ver por dónde vienen los tiros. Lo que se anunciaba hace un lustro como el inicio de una fase de crítica digital (ver mi post Las tecnologías conversacionales y la crítica de la razón digital de junio del 2012) se ha convertido en pensamiento mainstream. Sí, ya estamos totalmente sumergidos en la nueva fase. Malestar en la cibercultura.

Malestar en la cultura (I)

Según Sigmund Freud hay tres fuentes para el sufrimiento humano: «la supremacía de la Naturaleza, la caducidad de nuestro propio cuerpo y la insuficiencia de nuestros métodos para regular las relaciones humanas en la familia, el Estado y la sociedad». Para el padre del psicoanálisis «jamás llegaremos a dominar completamente la Naturaleza; nuestro organismo, que forma parte de ella, siempre será perecedero y limitado en su capacidad de adaptación y rendimiento. Pero esta comprobación no es, en modo alguno, descorazonante; por el contrario, señala la dirección a nuestra actividad. Podemos al menos superar algunos pesares, aunque no todos; otros logramos mitigarlos: varios milenios de experiencia nos han convencido de ello. Muy distinta es nuestra actitud frente al tercer motivo de sufrimiento, el de origen social. Nos negamos en absoluto a aceptarlo: no atinamos a comprender por qué las instituciones que nosotros mismos hemos creado no habrían de representar más bien protección y bienestar para todos.»(Sigmund Freud, El malestar en la cultura, 1930)

El pensamiento cibercultural

Si la foto que saqué la semana pasada en la Central del Raval se hubiera hecho hace 20 años, Las Leyes de la Interfaz aparecería acompañada por otros títulos y autores, desde Being Digital de Nicholas Negroponte hasta Life on Screen de Sherry Turkle , Virtual Communities de Howard Rheingold y Out of Control de Kevin Kelly. En todas estas obras reinaba un gran optimismo por el advenimiento de la sociedad digital. Los que devorábamos esos libros con entusiasmo pero sin dejar de lado los lentes de la sospecha nos quejábamos de la falta de mirada crítica en sus autores. Cuando reseñé Life on Screen para el Interlink Headline News allá por el 1998 escribí lo siguiente:

A diferencia de Howard Rheingold, que en Comunidades Virtuales dedica por lo menos un capítulo entero a las críticas de la digitalización de la cultura, Sherry Turkle pretende zafar con dos o tres líneas de texto. Se trata, como escribe justamente Tomás Maldonado, de un acto obligatorio, realizado sólo para huir a la crítica de conformismo.

Demasiada poca crítica para mi gusto… Era evidente que el fantasma del debate entre apocalípticos e integrados estaba detrás de la esquina. En la misma reseña ya lo veía venir:

Por momentos nos parece asistir al maniqueo reestreno de «Apocalípticos e integrados» … una película ya vista y encima falseada, porque a Maldonado el traje de apocalíptico le queda demasiado grande. Encima, muchos prefieren escapar del cine por la puerta instrumental: los medios son herramientas neutrales, dicen, todo depende de quien los usa (como si los medios no fueran potentes tecnologías intelectuales capaces de remezclar todo lo que percibimos, pensamos y hacemos).

Pero ese debate nunca se dio. Más que un enfrentamiento face to face entre apocalípticos e integrados digitales hemos asistido a una secuencia de fases: si en la primera fase (que iría, más o menos, desde 1990 hasta 2010) reinaba la mirada infantil-utópica, en los últimos años hemos entrado de lleno en la segunda fase donde todo parece volverse contra los usuarios y aparentemente no queda más salida que apagar el móvil, darse de baja de Facebook y volver a escuchar los viejos vinilos.

Malestar en la cultura (II)

«En el curso de las últimas generaciones la Humanidad ha realizado extraordinarios progresos en las ciencias naturales y en su aplicación técnica, afianzando en medida otrora inconcebible su dominio sobre la Naturaleza. No enunciaremos, por conocidos de todos, los pormenores de estos adelantos. El hombre se enorgullece con razón de tales conquistas pero comienza a sospechar que este recién adquirido dominio del espacio y del tiempo, esta sujeción de las fuerzas naturales, cumplimiento de un anhelo multimilenario, no ha elevado la satisfacción placentera que exige de la vida, no le ha hecho, en su sentir, más feliz«. (Sigmund Freud, El malestar en la cultura, 1930)

La mirada eco-evolutiva

Si en los libros de los años 1990 extrañaba la falta de perspectiva crítica, me temo que ahora los discursos hegemónicos en el sector editorial nos están llevando en la dirección contraria… Cualquiera de las dos versiones aportan poco al conocimiento científico y dificultan el desarrollo de una sociedad más abierta y democrática. Las redes digitales no son (nunca fueron) el paraíso soñado en los años 1990 ni el infierno del 2018. El «mundo virtual», por una parte, reproduce los conflictos y luchas por el poder que se dan en el «mundo real». Por otro lado, algunos problemas de la vida analógica -como el acceso a la información- parecen haberse relanzado bajo otras premisas mientras otras cuestiones -como la oposición entre lo público y lo privado- están a la orden del día. La misma oposición entre «mundo virtual» y «mundo real» tiene cada vez menos sentido. Como nos muestra la sugerente portada de Adrian Tomine para The New Yorker, vivimos en un mundo blended.

En 2008, casi al final de mi libro Hipermediaciones, escribí lo que sigue:

La reflexión teórica sobre las hipermediaciones debe aprender a diferenciarse de los discursos utópicos o catastrofistas sobre la vida digital. El maleable territorio de las ciberculturas es un excelente caldo de cultivo para plantearse nuevos interrogantes pero al mismo tiempo puede convertirse en una indigerible sopa de ideología, mercadotecnia y ciencia ficción. Los discursos utópicos –y sus contrarios, los discursos catastrofistas- se anulan mutuamente y suelen ser fuente de aburridísimas conversaciones ya escuchadas a propósito de los medios de difusión de masas. En otras palabras, debemos activar una escucha teórica diferente, mucho más cauta y crítica, cuando participamos en ciertas conversaciones.

Tanto en Hipermediaciones (2008) como en Las Leyes de la Interfaz (2018) hice una apuesta muy fuerte por el modelo eco-evolutivo. Esta mirada del sistema socio-tecnológico, entendido como una enorme red de actores humanos, institucionales y tecnologías, puede llevar a pensar que todo es lo mismo o vale por igual. Nada más lejano de mi punto de vista: en los ecosistemas hay jerarquías, conflictos y acuerdos entre actores que reconfiguran las relaciones a cada momento. Este aspecto –el dinamismo, las tensiones y las transformaciones del ecosistema- es el que me interesa resaltar a través del uso de esta metáfora. Las colisiones que existen entre las interfaces que creamos con nuestras mejores intenciones, sus efectos colaterales negativos y los usos desviados que haremos de ellas para tratar de readaptarlas a nuestras necesidades son parte integrante de una dinámica que afecta a la evolución tecnológica desde hace cientos de miles de años. Take it easy.

Malestar en la cultura (III)

«A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si -y hasta qué punto- el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas del instinto de agresión y de autodestrucción. En este sentido, la época actual quizá merezca nuestro particular interés. Nuestros contemporáneos han Ilegado a tal extremo en el dominio de las fuerzas elementales que con su ayuda les sería fácil exterminarse mutuamente hasta el último hombre. Bien lo saben, y de ahí buena parte de su presente agitación, de su infelicidad y su angustia. Sólo nos queda esperar que la otra de ambas «potencias celestes», el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos inmortal adversario. Mas, ¿quién podría augurar el desenlace final?» (Sigmund Freud, El malestar en la cultura, 1930)

Nota

El título «El malestar en la cibercultura» proviene de un capítulo del libro Conectografía. Mapear el futuro de la civilización mundial de Parag Khanna.

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4 Comments

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  1. La Eco evolución era planteada en los 70 ya por Miguel Grimberg, donde desde Mutantia fue escuela de muchas de las cosas que hoy reflexionamos. Gracias Carlos por tus maravillosos textos, que leerlos me hace feliz.

  2. paulo celso Silva May 25, 2018 — 2:01 pm

    Gracias por el artículo y las ideas para refleccionar la cibercultura y cibervida que perseguimos

  3. Patricia Nigro May 26, 2018 — 7:46 pm

    Me gusta mucho la visión equilibrada y de sentido común «scolariana». Tender puentes y no romper lazos. Ir más allá de lo trillado. No termino de entender bien- los años no pasan en vano- la relación de Freud con el post. No sé. tal vez, 30 años de terapia me generaron anticuerpos. Perdón si me equivoco.

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