Cultura participativa en la era de las redes

Uno de los libros más interesantes aparecidos en lo que va del 2016 es sin dudas Participatory Culture in a Networked Era, un volumen escrito por tres autores de lectura obligatoria para cualquier investigador interesado en las transformaciones de la ecología mediática, el alfabetismo transmedia y las prácticas culturales de los jóvenes: Henry Jenkins, Mizuko Ito y danah boyd. Decir que el libro fue «escrito» es quizá un error: en realidad fue «conversado» por sus autores a partir de breves textos introductorios, estos sí, producidos de manera tradicional. Por este motivo Participatory Culture in a Networked Era  es un volumen atípico, de muy ágil lectura y que mapea los grandes temas alrededor de las culturas participativas, un concepto por demás contradictorio que da lugar a múltiples interpretaciones y usos. El volumen se organiza a partir de núcleos temáticos:

  1. Defining Participatory Culture
  2. Youth Culture, Youth Practices
  3. Gaps and Genres in Participation
  4. Learning and Literacy
  5. Commercial Culture
  6. Democracy, Civic Engagement, and Activism
  7. Reimagining Participatory Culture

En este post me concentraré en dos capítulos: el primero, dedicado a la definición de «cultura participativa», y el cuarto, donde el texto dialoga con los dos proyectos de investigación que actualmente coordino (Transalfabetismos y Transmedia Literacy).

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Cultura(s) participativa(s)

El objetivo del libro es analizar el concepto de «cultura participativa» desde una perspectiva crítica. Ante todo Jenkins advierte: existe una creciente «retórica de la participación» en las instituciones, empresas y organizaciones. Es como si fuera obligatorio «participar» o o abrir «espacios de participación» (me pregunto si en las sociedades contemporáneas existe el «derecho a la no participación«…). Este concepto fue trabajado por Jenkins en Textual Poachers, un texto del 1992 donde analizaba la producción textual y las prácticas de los fans. A medida que la web se difundía y se ampliaba el espectro de prácticas, el concepto de «cultura participativa» se fue extendiendo hasta abarcar todo tipo de producciones culturales y procesos de intercambio/difusión en las redes.

En el debate posterior Mizuco Ito reivindica el carácter educativo de esas prácticas (la cultura participativa como ámbito de aprendizaje informal) y danah boyd pone sobre la mesa otra cuestión: la capitalización de esas prácticas por parte de los conglomerados económicos. Si bien no aparece citado en el libro, los trabajos de Christian Fuchs apuntan en esa dirección: cómo las grandes corporaciones generan ganancias a partir de nuestra actividad cotidiana en las redes sociales.

Mizuco Ito también perfila dos formas de interpretar a las culturas participativas: como actividades culturales compartidas a nivel social (yo las llamaría user-centred) o centradas en una plataforma (platform-centred). Las prácticas participativas tradicionales estaban más cerca del primer modelo; en la actualidad, según Ito, la participación tiende a ser vista cada vez más como un proceso centrado en lo tecnológico. Jenkins reafirma esta idea: las prácticas participativas existieron siempre, no fueron inventadas por YouTube o Facebook. Y aclara: «yo no creo que las tecnologías sean participativas; las culturas lo son». Según Jenkins la «interactividad» es una característica de las tecnologías mientras que la «participación» corresponde a las culturas.

El debate sobre el concepto de «cultura participativa» después deriva hacia las tensiones entre los movimientos de resistencia y la construcción de alternativas que se expresan en esas culturas. El capítulo obviamente no agota los debates sobre este tema pero al menos pone a disposición de los lectores diferentes visiones, concepciones y enfoques a la hora de lidiar con las culturas participativas.

Alfabetismo transmedia

La definición de «aprendizaje en conexión» (connected learning) de Mizuko Ito se encuentra en sintonía con el concepto de transmedia  literacy (alfabetismo transmedia) que estamos actualmente investigando en la Universidad Pompeu Fabra en los proyectos antes mencionados. El objetivo final de estas iniciativas es comprender cómo los jóvenes están adquiriendo competencias transmedia (desde crear fanfiction hasta resolver problemas en los videojuegos) fuera de la escuela e incorporar estos procesos dentro de las instituciones educativas. Ito denomina estas prácticas como connected learning, Hutchins habla de learning in the wild… en todos los casos nos encontramos frente a estrategias informales de aprendizaje desarrolladas fuera de los ámbitos tradicionales de formación.

Como explica Ito en el capítulo cuatro de Participatory Culture in a Networked Eraen estos contextos mediados por las plataformas digitales «aprender no es el objetivo explícito de la actividad; aprender es un efecto colateral de la producción creativa, de la colaboración y la organización comunitaria. Yo dudo que esos mismos chicos hubieran aprendido tanto dentro un aula formal buscando sacar una buena nota».  Solo una mínima parte de estos conocimientos y estrategias de aprendizaje es recuperada por las escuelas; como ya dije, uno de los objetivos de los proyectos Transalfabetismos y Transmedia Literacy es explotar esos saberes y competencias dentro de las instituciones educativas.

Jenkins, Ito y boyd proponen una visión de la media literacy con la cual estoy totalmente de acuerdo: lejos de las visiones clásicas -según las cuales los medios solo tienen efectos negativos, por lo tanto hay que «inocular» anticuerpos en los jóvenes para «salvarlos» de esa nefasta influencia- ellos proponen una mirada menos apocalíptica y más cercana a los cambios en la mediasfera. Según Ito «el enfoque protectivo-inoculador es importante pero no suficiente para la actual ecología mediática, porque los jóvenes son media-makers. Ellos son circulators (…) El enfoque inoculador fue desarrollado durante el reinado de los medios comerciales, antes del actual ecosistema de medios sociales y amateurs (…) No creo que la inoculación o la abstinencia ayude a la gente a afrontar el ecosistema de medios contemporáneo».

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Más allá de la metáfora ecológica

Aquí termina esta brevísima reseña. Participatory Culture in a Networked Era es un libro polifónico que aclara conceptos, abre debates y mapea territorios todavía en fase de exploración. ¿Por qué polifónico? Porque más allá del diálogo a tres bandas entre Jenkins, Ito y boyd, a medida que se suceden las páginas el lector irá descubriendo enlaces a otros textos y autores que se suman a la conversación. En otras palabras, Participatory Culture in a Networked Era  se presenta como un mapa-conversacional que,  a través de un formato editorial muy dinámico, presenta un mundo fascinante atravesado por múltiples tensiones y mutaciones.

Como el lector habrá podido observar, la metáfora ecológica asume cada vez más un rol central en el discurso de los investigadores. Infinidad de papers, artículos periodísticos y volúmenes -como el también interesantísimo The Culture of Connectivity: A Critical History of Social Media (2013) de José van Dijck– se fundan en una mirada ecológica de los medios y la cultura. Si bien todavía ese uso apenas va más allá de la metáfora -ver mi texto Ecología de los medios: de la metáfora a la teoría (y más allá)– es innegable que este marco conceptual se presenta como uno de los más pertinentes para comprender los cambios que está atravesando no sólo la mediasfera sino todo el espacio tecno-cultural. Un aliciente más para seguir profundizando y desarrollando este espacio teórico, el cual a su vez realimenta y potencia otra línea de trabajo: la evolución de los medios.

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3 Comments

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  1. La nueva era de la tecnología es muy grande para aprovechar esos cambios, para incluirlos día a día en la formación de usuarios y tener capacitados a los formadores de los mismos

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