Byung-Chul Han: transparencia, cansancio y psicopolítica (I).

Podemos decirlo sin temores: Byung-Chul Han es el filósofo de moda. Nacido en 1959 en Corea del Sur, este pensador ha desarrollado toda su carrera académica en Alemania en diálogo permanente con un amplio abanico de intelectuales, desde Heidegger hasta MarxFoucault, Baudrillard y Benjamin. Gracias a un estilo simple -que se expresa en libros más bien breves y de fácil lectura- Byung-Chul Han se ha convertido en un referente para pensar las transformaciones sociales y políticas que atraviesan las sociedades contemporáneas. A continuación algunos apuntes que extraje después de leer sus cinco volúmenes hasta ahora publicados en castellano. Como se podrá ver, hay mucho «food for thought» en sus páginas y unas cuantas polémicas para seguir conversando. Todos los textos de Byung-Chul Han dialogan entre sí. A menudo sus argumentos se repiten, saltan de un volumen a otro y afloran en las páginas a lo largo de toda su obra. Para ordenar mínimamente este post seguiré los títulos de sus libros pero esto no significa que cada volumen esté exclusivamente dedicado a tal o cual argumento.

LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO (2012 – edición original: 2010)

En este volumen Byung-Chul Han sostiene que el modelo «viral» y la metáfora de la invasión bacterial -que reina en nuestra sociedad desde al menos el siglo XIX- ha ido perdiendo fuelle para ser reemplazada por otras metáforas y enfermedades. Según el filósofo surcoreano enfermedades como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el transtorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste profesional (SDO o «síndrome de burnout») «definen el panorama patológico de comienzos de este siglo» (p. 11). La era inmunológica ha sido abandonada en favor de otro paradigma donde ha desaparecido «la otredad y la extrañeza» y solo reina la «diferencia» (p- 14). Byung-Chul Han ubica en el fin de la guerra fría el momento inicial de esa transición.

«La diferencia postinmunológica, es más, postmoderna, ya no genera ninguna enfermedad (…) Lo extraño se sustituye por lo exótico y el turista lo recorre. El turista o el consumidor ya no es más un sujeto inmunológico» (p. 14).

El viejo paradigma inmunológico -fundado en el concepto de «negatividad» («lo otro inmunológico es lo negativo que penetra en lo propio y trata de negarlo», p. 17)- no es compatible con la globalización ni con la disolución de las fronteras. En este volumen Byung-Chul Han también introduce una cuestión que desarrollará en otros libros (como La sociedad de la transparencia): la superación del modelo foucaultiano del panóptico.

«La sociedad disciplinaria de Foucault, que constaba de hospitales, psiquiátricos, cárceles, cuarteles y fábricas, ya no se corresponde con la sociedad de hoy en día. En su lugar se ha establecido desde hace tiempo otra completamente diferente, a saber: una sociedad de gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos. La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad del rendimiento» (p. 25).

El sujeto del rendimiento no sufre una explotación externa: es dueño de sí mismo y se auto-explota. Más adelante volveremos sobre este tema, uno de los leitmotivs de Byung-Chul Han. El sujeto auto-explotado hace del multitasking una práctica que «modifica radicalmente la estructura y economía de la atención. Debido a esto la percepción queda fragmentada y dispersa» (p. 34).

El multitasking y otras prácticas como los videojuegos nos llevan a un estado de atención superficial, lo cual según Byung-Chul Han genera una regresión similar al estado de vigilancia de los animales salvajes: «Los logros culturales de la humanidad, a los que pertenece la filosofía, se deben a una atención profunda y contemplativa» (p 35). Este estado de contemplación es imposible de alcanzar en el mundo del multitasking y la hiperatención.

LA SOCIEDAD DE LA TRANSPARENCIA (2012 – Edición original: 2012)

La utopía de una sociedad o una persona transparente no es más que eso: una utopía. El sujeto necesita espacios para estar consigo mismo, lo cual exige una membrana impermeable que lo aísle del entorno. Según Byung-Chul Han «es imposible establecer una transparencia interpersonal. Y esto tampoco es deseable. Precisamente la falta de transparencia del otro mantiene viva la relación» (p. 15).

Byung-Chul-Han-foto-ZDF

La sociedad de la transparencia lleva a la información total, «no permite lagunas de información ni de visión» (p. 17) y se acelera rechazando todo tipo de negatividad. De frente al avance del Big Data y la avalancha de datos empíricos -que amenaza con arrasar con toda teoría- Byung-Chul Han reivindica el pensamiento negativo: «la teoría como negatividad hace que la realidad misma aparezca en cada caso y súbitamente de otra manera, bajo otra luz» (p. 20). La sociedad de la transparencia también amenaza a la política, un tipo de acción estratégica que incluye una dimensión o esfera secreta. Si toda la política se reduce a una escenificación de la transparencia, el «final de los secretos sería el final de la política» (p. 21).

Pero volvamos al repliegue de la negatividad en la sociedad contemporánea: «el veredicto general de la sociedad positiva se llama ‘me gusta’. Es significativo que Facebook se negara consecuentemente a introducir un botón de ‘no me gusta’. La sociedad positiva evita toda modalidad de juego de la negatividad, pues esta detiene la comunicación. Su valor se mide tan solo en la cantidad y la velocidad del intercambio de información. La masa de la comunicación eleva también su valor económico. Veredictos negativos menoscaban la comunicación. Al ‘me gusta’ le sigue con más rapidez la comunicación conectiva que al ‘no me gusta’. Sobre todo, la negatividad del rechazo no puede valorarse económicamente» (p. 23). El «Yes, We Can» de Barack Obama también forma parte de esta hegemonía de lo positivo.

«El mundo no es hoy ningún teatro en el que se representen y lean acciones y sentimientos, sino un mercado en el que se exponen, venden y consumen intimidades. El teatro es un lugar de representación, mientras que el mercado es un lugar de exposición.» (p. 68)

La sociedad de la transparencia valora la exposición. Cada sujeto «es su propio objeto de publicidad. Todo se mide en su valor de exposición. La sociedad expuesta es una sociedad pornográfica» (p. 29). Vivimos en un mundo que tiende a la hipervisibilidad, un espacio sin secretos ni misterios ocultos. A la sociedad de la transparencia «toda distancia le parece una negatividad que hay que eliminar: constituye un obstáculo para la aceleración de los ciclos de la comunicación y del capital» (p. 32).

En sintonía con los argumentos de Eli Pariser (autor de The Filter Bubble) Byung-Chul Han denuncia la construcción de burbujas de información personalizadas por los algoritmos. Estos sistemas -como el PageRank de Google- «presenta(n) al participante tan solo aquellas secciones del mundo que le gustan. Así, desintegra la esfera pública, la conciencia pública, crítica, y privatiza al mundo» (p. 69). Para terminar este volumen Byung-Chul Han se interna en territorios foucaultianos y nos habla del nuevo panóptico digital, un dispositivo que «carece de perspectiva en el sentido de que no es vigilado desde el único centro por la omnipotencia de la mirada despótica. Desaparece por completo la distinción entre centro y periferia, que era constitutiva para el panóptico de Bentham (…) los que habitan el panóptico digital se creen que están en libertad» (p. 88).

LA AGONÍA DEL EROS (2014 – Edición original: 2012)

En este volumen Byung-Chul Han retoma la desaparición de la negatividad para decir que «vivimos en una sociedad que se hace cada vez más narcisista. La libido se invierte sobre todo en la propia subjetividad» (p. 11). El sujeto narcisista del rendimiento «está abocado, sobre todo, al éxito» y su enfermedad es la depresión («una enfermedad narcisista») (p. 11). El sujeto depresivo del rendimiento «se hunde y ahoga en sí mismo» (p. 12).

Panóptico

Más adelante Byung-Chul Han vuelve a la carga con las transformaciones en las formas de dominación: la sociedad del rendimiento «está dominada por el verbo modal poder, que formula prohibiciones y utiliza el verbo deber. A partir de un determinado punto de productividad, la palabra deber se topa pronto con su límite. Para el incremento de la producción es sustituida por el vocablo poder. La llamada a la motivación, a la iniciativa, al proyecto, es más eficaz para la explotación que el látigo y el mandato. El sujeto de rendimiento, como empresario de sí mismo, sin duda es libre en cuanto no está sometido a ningún otro que le mande y lo explote, pero no es realmente libre, pues se explota a sí mismo, por más que lo haga con entera libertad. El explotador es el explotado» (p. 19).

Este nuevo tipo de explotación es mucho más eficiente que la anterior porque «va unida al sentimiento de libertad. Con ello la explotación es posible sin dominio» (p. 20). El neoliberalismo entiende al sujeto como proyecto y no como explotado. De esta forma el fracaso lo asume el sujeto: «no hay nadie a quien pueda hacer responsable de su fracaso» (p. 21). Esta idea rebate la concepción de Benjamin («el capitalismo es una religión»): el capitalismo no es ninguna religión porque «toda religión maneja las categorías de deuda (culpa) y desendeudamiento (perdón). El capitalismo es solamente endeudador» (p. 22). El resultado es la depresión y el síndrome del agotamiento.

En la última parte de La agonía del eros Byung-Chul Han arremete contra el Big Data y la supuesta «muerte de la ciencia» y de la teoría anunciada por la revista Wired en el año 2008. La correlación de datos habría sustituido a la causalidad. Byung-Chul Han sostiene que la teoría es «más que un modelo o una hipótesis que pueda verificarse o declararse falsa en virtud de experimentos (…) No hay un pensamiento llevado por los datos. Sólo el cálculo es llevado por los datos» (p. 74). La teoría, en otras palabras, es una «donación previa», «trasciende la positividad de lo dado y hace que esto, de pronto, aparezca bajo otra luz» (p. 74). Byung-Chul Han no duda: «la masa de datos e informaciones, que crece sin límites, aleja hoy la ciencia de la teoría, del pensamiento» (p. 75). La ciencia que proponen Google y Wired es aditiva, no narrativa o hermenéutica. Le falta «tensión narrativa» (p. 75).

wired

Para terminar, Byung-Chul Han concluye: «la tremenda cantidad de información eleva masivamente la entropía del mundo, y también el nivel de ruido. El pensamiento tiene necesidad de silencio. Es una expedición al silencio» (p. 75). Apuntes alrededor de Byung-Chul Han Si bien este post continuará con una segunda parte dedicada a otros dos libros de Byung-Chul Han (Psicopolítica y En el enjambre) podemos ir adelantando algunos comentarios a su obra. Como suelo decir, en un entorno donde escasea el pensamiento crítico siempre son bienvenidas las miradas que encarnan una filosofía «negativa» y apuntan a los aspectos más cuestionables de la sociedad del siglo XXI.

En este contexto los libritos de este filósofo son un soplo de aire fresco… aunque algunos de esos aires nos recuerdan a cosas ya escritas a lo largo del siglo veinte respecto a la cultura de masas, desde el apocalipticismo de Adorno y Horkheimer hasta las «transparencias» de Baudrillard. Me resultó interesante la hipótesis según la cual el modelo inmunológico estaría en fase de superación -algo muy posible- pero no la termino de compaginar con el día a día de nuestra sociedad. La reciente crisis del ébola en España nos demuestra que el miedo al Otro (en este caso un virus que, además, viene de… África) sigue vivito y coleando. Sin embargo no creo que sea una pérdida de tiempo seguir con atención la evolución de estos modelos de control en la cultura contemporánea.

Por otra parte, estoy seguro de que el asalto al panóptico tradicional de Foucault que Byung-Chul Han propone dará lugar a unos cuantos debates. Donde Byung-Chul Han despliega una mirada muy interesante es en la cuestión del avance de la positividad y la instalación de un sistema de auto-explotación en el neoliberalismo. Sus reflexiones sobre el nuevo «sujeto del rendimiento» me parecen más que útiles para comprender los modos de producción simbólica y las nuevas formas de explotación en un capitalismo post-industrial donde reina la exposición y la hipervisibilidad.

La crítica de Byung-Chul Han -un ataque en toda regla al corazón de esa ideología nacida en un garaje de California y alimentada a golpe de start-ups exitosas en Silicon Valley- sirve para comprender mejor las tensiones entre lo privado y lo público, entre el tiempo del trabajo y el tiempo del ocio, y otras oposiciones que marcaron a la sociedad industrial y hoy están en vías de desaparición. Hay que decirlo claramente: no todos pueden ser emprendedores exitosos. La revolución digital esconde miles de trabajadores hiperexplotados de la manera más tradicional en las líneas de producción (no solo en China) y una buena cantidad de especialistas flexibles que se auto-explotan y viven al borde del síndrome del burnout. Byung-Chul Han se encarga de reflexionar sobre esta segunda figura.

Tampoco resulta difícil disentir con Byung-Chul Han cuando critica a las burbujas de información personalizada que los algoritmos nos construyen a medida. Es evidente que este entorno informacional construido a nuestra imagen y semejanza introduce una cuña profunda en el concepto de «opinión publica» y las formas de hacer política y construir hegemonía (ver la entrevista «Los partidos políticos, los sindicatos y la escuela son interfaces en crisis. Hay que resideñarlas» que me hizo Diana Fernández Irusta para La Nación).

La lectura crítica que hace Byung-Chul Han del conocimiento nacido al calor del Big Dataen cambio, me parece superficial y se merecería un análisis más extenso. Si bien nadie puede creerse «el fin de la teoría» augurado por Chris Anderson en Wired, las posibilidades que ofrecen las humanidades digitales no pueden liquidarse en un par de párrafos. Desde mi perspectiva hermenéutica y Big Data pueden entablar un diálogo fecundo. Para terminar, me queda zumbando en el oído el recurrente reclamo de Byung-Chul Han a parar la máquina, hacer silencio y desacelerar el pensamiento. Esta idea tan romántica y decimonónica -que propone volver a un pasado idealizado donde aparentemente reinaba la tranquilidad, el silencio y el slow time, y por lo tanto se podía pensar en pazme recuerda demasiado a las críticas de Theodor Adorno a las «síncopas perturbadoras» y a los «monótonos estímulos» del jazz… En breve: creo que necesitamos intelectuales que sean capaces de pensar no sólo sobre sino también desde las condiciones culturales de la sociedad contemporánea. O sea, necesitamos intelectuales -como Alessandro Baricco, Agustín Fernández Mallo, Eloy Fernández Porta, Vicente Luis Mora, Jorge Carrión o Alejandro Piscitelli- que piensen desde el multitasking, la hiperatención y la fragmentación entrópica.

Continua en la segunda parte.

Bonus tracks:

5 Comments

Add yours →

  1. Jorge Vitali (@jorvitali) diciembre 9, 2014 — 1:57 am

    ¿Nos encaminaremos a una reedición de “apocalípticos e integrados”, pero esta vez ante la cultura digital? Para Byung-Chul Han el riesgo radica en que cuando todo se hace público “bajo el dictado de la transparencia” y de la “circulación sin mediaciones” se llegue a una “unificación de la comunicación, o a la repetición de lo igual” (casi marcuseana) dominada por el presente, que obture las temporalidades necesarias de la comunicación política y vuelva ininteligible toda referencia al futuro.

    Si bien después matiza, al fin de cuentas, al decir que una sociedad que se piensa a sí misma como una red no es la misma que la que recurría a una imaginación política fundada en continuidades donde las lealtades y el horizonte ideológico compartido desempeñaban un papel relevante, Byung-Chul Han advierte que al ser el ecosistema de las redes sociales un “medio de presencia” donde cada uno quiere estar presente él mismo -y presentar su opinión sin intermediarios-, esto constituye una “amenaza general para el principio de la representación”, dado que los dirigentes políticos comienzan a ser percibidos ya no como “mediadores” o “transmisores” sino como “barreras” (y ahí dialoga con Castells).

    La desconfianza (que no necesariamente implica desinterés) ante las “mediaciones” puede llevar a suponer que algo es “auténtico” o “fiable” cuando es transparente, que entonces toda representación distorsiona o encubre segundas intenciones y que en cada intermediario surge un obstáculo para la participación o la “expresión genuina” y sin interferencias de la diversidad de una sociedad (un “espontaneísmo” que se acerca a la antipolítica y lo aleja de una opinión pública dialógica a lo Habermas o Thompson).

  2. El discurso de Han me parece similar al de Fukuyama, en cuanto exagera arbitrariamente un momento histórico. Y seguramente como Fukuyama, el mismo Han se retractará de algunas cosas…Algunos pensadores con el advenimiento de las redes sociales, han creído que esto es el fin…que ya no tendremos jamás privacidad, que los tontos serán los triunfadores…Entre ellos Vargas Llosa, Eco, Han(?)…

  3. Excelente reseña. Concuerdo mucho con los puntos de discusión a la obra
    Gracias por compartirla

  4. BYUNG-CHUL HAN: LA SOCIEDAD DE LA TRANSPARENCIA, CANSANCIO ELOCUENTE Y PSICOPOLÍTICA: DE LO VIRAL-INMUNOLÓGICO A LO NEURONAL-ESTRESANTE
    Dr. Adolfo Vásquez Rocca – P. Universidad Católica de Valparaíso – Universidad Complutense de Madrid
    http://www.observacionesfilosoficas.net/lasociedaddelatransparencia.htm
    VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Byung-Chul Han: La Sociedad de la Transparencia, Cansancio elocuente y Psicopolítica: De lo viral-inmunológico a lo neuronal-estresante”, En Revista Observaciones Filosóficas Nº 21 – 2015 – Sección Filosofía Contemporánea

Deja un comentario