Benjamin Bratton entró en las redes conversacionales de América Latina y España sobre todo a partir de la publicación de La Terraformación (Caja Negra, 2021), un volumen que va a contramano de cierto ecologismo neorromántico que propone el retorno a un idílico pasado preindustrial. Leemos en la contraportada del libro:
La noción de “terraformación”, que en la ciencia ficción del siglo XX invocaba la transformación de los ecosistemas de otros planetas para que sean capaces de soportar vida similar a la de la Tierra, sugiere que en el actual contexto del Antropoceno es la propia Tierra lo que debemos terraformar si queremos que siga siendo una anfitriona posible para sus formas de vida.
La propuesta de Benjamin Bratton está muy lejos del ecologismo decrecionista y del mero retorno a una naturaleza idílica y no perturbada. Crítico del legado tecnófobo de la generación del 68 y de los relativismos culturales de la izquierda folk, la terraformación de Bratton conjuga la imaginación utópica soviética con la teoría y la praxis californiana en un proyecto de diseño geotécnico, geopolítico y geofilosófico que apunta a reordenar los flujos de la bioquímica planetaria en un sentido anticolapso. La implementación de un plan de esta naturaleza nos enfrenta con la necesidad de imaginar un tipo de gobernanza global que articule la deliberación política con los modelos tecnológicos necesarios para comprender la escala planetaria de nuestros desafíos. Solo cuando nuestra sociedad conquiste la capacidad de imprimirle una dirección planificada a los automatismos tecnológicos podremos tener un futuro para el planeta.
Mi primer contacto con la obra de Bratton fue anterior: tenía sus trabajos en mis radares al menos desde la publicación de The Stack. On Software and Sovereignty (MIT, 2016), un libro de alto contenido metodológico y político que dialoga muy de cerca con Las Leyes de la Interfaz (Gedisa, 2021). Si en Las Leyes… aposté por un modelo reticular inspirado en la teoría del actor-red de Bruno Latour y los «ensamblajes» de Manuel de Landa, en The Stack Bratton afronta de manera integral la arquitectura de la geopolítica, la identidad, la autonomía y la subjetividad contemporáneas a partir de un modelo hojaldrado:
Tanto en Las Leyes… como en The Stack se plantean miradas holísticas que intentan lidiar con la complejidad del mundo que nos rodea con un ojo puesto en su transformación; por otra parte, me gusta mucho cómo Bratton avanza a contrapelo de los discursos hegemónicos que solo ven en la tecnología (datos, algoritmos, inteligencia artificial, plataformas, simulaciones) un vector de dominación y explotación. En este post me ocuparé de su último libro, The Revenge of the Real. Politics for a Post-Pandemic World (Verso, 2021), un volumen que puede leerse de forma especular respecto a ciertas obras cargadas de apocalipticismo tecnológico, por ejemplo No-cosas. Quiebras del mundo de hoy (2021) de Byung-Chul Han que reseñé en este blog el mes pasado.
La realidad
Desde que apareció la COVID19 la realidad, bajo forma de virus, pasó por encima a buena parte de las estructuras, ilusiones e ideologías de nuestra sociedad. Como decía Jesús Martín-Barbero, los «tercos hechos» nos están obligando a cambiar de paradigma. Si bien los coronavirus son antiguos y desde hace milenios coevolucionan con el Homo sapiens, nuestra mirada sigue centrada en fenómenos locales y a corto plazo. Solo la miopía de nuestra especie para comprender fenómenos complejos que se producen a escala planetaria impidió poner a foco lo que se nos venía encima. La pandemia es la venganza de lo real.
The pandemic is an irruptive revelation of the complex biological reality of the planet with which we are entangled.
Biopolítica
Hay una palabra-clave que atraviesa de punta a punta The Revenge of the Real: «biopolítica«, un concepto clave en la obra de Michel Foucault que siempre ha estado vinculado a las estrategias de dominación y control social. Bratton da un giro copernicano: en vez de colocar el concepto de «biopolítica» del lado de la opresión, lo reposiciona y pone al servicio de una estrategia de cambio. Cualquier política pospandémica debe tener en cuenta el componente biológico.
We have to build a politics capable of engagement with the full complexity of reality.
El programa de Bratton es ambicioso: debemos avanzar hacia una «biopolítica positiva a escala global«, una concepción que
must embrace a realist and materialist conception of the human body as a biochemical assemblage and collective human intelligence as the collaboration of such creatures working in concert.
Para Benjamin Bratton, la política será «bio» o no será.
Gobernanza
El confinamiento posterior a la irrupción de la COVID19 fue un experimento político-social nunca visto en la historia de la humanidad:
The global population participated in what future political science may look back upon as the largest control experiment in comparative governance in history, with the virus as the control variable and hundreds of different states and political cultures as the experimental variables. The results are plain to see.
Cada sistema político debió hacer frente al mismo desafío. Todavía es prematuro para extraer conclusiones y determinar cuál sistema (el democrático descentralizado occidental o el autoritario centralizado oriental) obtuvo mejores resultados. Una cosa es clara: los populismos nacionalistas de Trump, Bolsonaro o Johnson fueron los que peor (no) gestionaron la pandemia. En un párrafo que encantará a Daniel Innerarity, Bratton explica que
nationalist populism is not a particularly effective approach to the governance of complex realities that are immune to the bluster of xenophobic myth-mongering.
Los populismos, en su rechazo a la ciencia y las complejidades de la evolución, terminan «abdicando de la moderna biopolítica». El pasaje del poder (del) soberano al biopoder es fundamental para gestionar los desafíos que impone la sociedad pospandémica.
Vigilancia
Si en la economía discursiva de Bratton suben las acciones del concepto de «biopolítica«, al mismo tiempo baja la cotización de «vigilancia«. El autor es implacable: el término está «hiperinflacionado» e impide generar nuevos modelos de gobernanza. De la misma manera que monitoreamos el cambio climático a través de una trama de sensores («sensing layer«), lo cual permite generar modelos de simulación y comprender su evolución, debemos activar dispositivos similares para mapear y modelizar la evolución epidemiológica.
For postpandemic politics, social models must be accurate and effective to be reliable; they must be valid representations of the underlying reality, which depends on the presence of an inclusive sensing layer (…) the models must no just reflect reality; they also need to be able to change it.
Bratton considera que las concepciones negativas de la biopolítica llevaron a una paranoia generalizada donde cualquier forma de captación de datos, modelización o gobernanza termina siendo un dispositivo de control que debe ser resistido. Esta visión impide el desarrollo de una biopolítica positiva:
The overinflation of the term «surveillance» is both politically debilitating and intellectually dishonest.
Plataformas
Para Bratton las plataformas se basan en un modelo de sociedad entendida como una «acumulación de individuos». Los discursos críticos -como los de Shoshana Zuboff– no logran superar esa visión neoliberal. En sus textos
«surveillance» is presented as an illegitimate relationship between a private individual and a coercive collective corporation.
Estos planteos, en el fondo, solo sirven para frenar el desarrollo de una biopolítica positiva:
The remedy of post-pandemic politics is not to «free» individuals so their individual private wants can be better met, faster and more transparently, but to organize society’s capacity of self-modeling and self-composition around a different axis than individuals and their wants. Zuboff’s approach actively fortifies this misapprehension: by congratulating individualist’s myths and fears about sensing and modeling, it may ultimately help prevent positive biopolitics rather than bring it about by criticizing the pathologies of the platforms we have.
Darwin is God
Considero que la pandemia ha sido lo más parecido a un curso acelerado y gratuito de teoría evolutiva a escala global. Conceptos como «coevolución», «variación» o «adaptación» se popularizaron y volvieron comprensibles de un día para otro. A pesar de que algunos trogloditas lo quieren erradicar de los planes de estudio, Charles Darwin está más vivo que nunca:
The revenge of the real for philosophy entails an overdue reconciliation with «Darwinian» understandings of microbiology, ecology, symbiosis, and our own animality.
Sin llegar a rechazar a Martin Heidegger (el filósofo de referencia de Byung-Chul Han), Bratton siente que falta un filósofo post-darwinista que se hiciera cargo de la tecnología en otros términos:
I feel that after Darwin but before World War II there is a missing philosopher who could have developed a different foundational philosophy of technology than the ones we actually received.
Si Byung-Chul Han había decretado hace no tantos años el fin de los modelos epidemiológicos, Bratton los reivindica y pone al centro de su programa político:
Epidemiology is a first principle of the social, not an additional perspective that emerges only when things go wrong.
Siguiendo el modelo de las ciencias climáticas, Bratton propone extender ese enfoque y comenzar a leer el planeta como si fuera un «archivo». Es ahí donde geopolítica y geotecnología tienden a converger en una posible estrategia de supervivencia (la «terraformación» de su libro anterior). Y sintetiza:
Post-pandemic positive biopolitics will no be «solved» by technology as such, but neither will it be realized without a robust sensing layer, model simulations of an epidemiological view of society that are able to govern what they represent.
Politizar la tecnología
Unos cuantos temas, conceptos y polémicas presentes en The Revenge of the Real (como la crítica despiadada a Giorgio Agamben) han quedado fuera de esta reseña. Me gusta la mirada de Benjamin Bratton, sobre todo porque su discurso se aleja de los apocalipticismos tan de moda en estos días. Bratton arremete contra las críticas banales a la lógica de los datos y las tecnologías digitales, al mismo tiempo que las integra en una propuesta de transformación global. Parafraseando a Walter Benjamin, podríamos decir que mientras algunos tecnifican la política y otros sueñan con destecnologizarla, Benjamin Bratton apuesta por politizar la tecnología.
Bonus tracks
Imágenes:
- Cabecera: obra de Vivien Sutter expuesta en el Museo Reina Sofía.
- Interior: obra inspirada en El Jardín de las Delicias del colectivo neerlandés SMACK en Matadero.
Gracias por enlazar. Leeré con interés su entrada de blog. Saludos cordiales.
Interesante propuesta la de Bratton. Sobre todo, antiapocalíptica de las tecnologías.