La ficción metasemiótica.

Libros. Libros. Libros. Película. Tres libros y una película. En 2012 publiqué en este blog un post doble (Enseñar las hipermediaciones: entre teoría y literatura) en el cual intenté cruzar algunos textos teóricos con obras literarias. En otro post del mismo año pero triple (Enseñar las hipermediaciones: entre el cine y las teorías de la comunicación) repetí la misma operación pero el diálogo, en este caso, se dio entre textos teóricos y largometrajes. Este post explora otra zona: aquella donde la semiótica se cruza con el cine y la literatura. A diferencia de esas aproximaciones que acabo de mencionar aquí las obras de ficción no hace mucho que salieron de imprenta y son rabiosamente contemporáneas (o, en el caso del largometraje, fue estrenado el año pasado).

Barcelona. Libro de los pasajes de J. Carrión

Barcelona. Libro de los pasajes de Jorge/Jordi Carrión (según si la edición es en catalán o castellano) es quizá la obra más ambiciosa que ha salido del teclado de este ¿cronista? ¿novelista? ¿periodista? nacido en Tarragona pero que cada día que pasa es más ciudadano del mundo (ha escrito libros sobre/desde la Boca, Australia o Mataró). Si en Librerías el espacio era global, aquí el zoom se focaliza en las fisuras de Barcelona. Los pasajes son eso, grietas del pasado que la ciudad burguesa, en su afán modernizador-expansivo, no terminó de cicatrizar. Lo fascinante del libro es que, mientras recorremos los pasajes de Barcelona, en una página nos encontramos en medio de una historia de los libreros-editores de la ciudad (o sea, nos encontramos en medio de Librerías) y, un poco más allá, Carrión nos recuerda el sonido de los carritos de supermercado que transportan la chatarra (o sea, otro pasaje nos llevó a Vagabundos de la chatarra de Carrión-Fornies). Un pasaje es una excusa para entrevistar a Eduardo Mendoza o una vecina, otro es autobiográfico y el de más acá pura crónica. Una «novela sin ficción» dice la contraportada. En todo caso, un volumen difícil de catalogar, como todo lo que sale del teclado de Carrión.

En las páginas de Barcelona. Libro de los pasajes asoma aquí y allá una ciudad entendida como texto que debe ser interpretado.

Los pasajes son también pasajes de libros, citas, fragmentos que representan un todo fragmentado (…)  El pasaje como detalle de la ciudad moderna. El pasaje como nota a pie de página. Como túnel que nos lleva a lo que hay debajo de la página, del texto urbano, a sus ruinas enterradas, a sus lodos fértiles.

Como era de esperar, en más de un pasaje nos cruzamos con el fantasma de Walter Benjamin, y no sorprende que al girar en una esquina nos encontremos con Charles Baudelaire. Aunque su espíritu esté presente a lo largo del todo el libro, quien no aparece es Roland Barthes. El trabajo interpretativo de Carrión es por momentos totalmente barthesiano, por ejemplo cuando se dedica a desmontar los artilugios semio-arquitéctonicos a través de los cuales la burguesía catalana construyó el mito de la ciudad medieval. Como sabemos, fue una operación imperfecta que dejó sus huellas en todos los barrios de Barcelona. Los pasajes están ahí para demostrar que había otra ciudad antes de esos retoques neogóticos o la gran operación urbanístico-cartesiana de Ildefonso Cerdá.

En cada pasaje está la afirmación y la negación de la ciudad entera. Si la metrópolis se define por los peatones y los vehículos, la velocidad o el tráfico, el pasaje los ignora, los pone en jaque, o -al menos- entre paréntesis. Cuando estás en un pasaje no estás ni en un camino ni en una calle, la ciudad todavía no ha evolucionado definitivamente, el tiempo es antiguo, en pausa, levemente ritual. Los pasajes son portales temporales: lugares fronterizos que dan acceso a la psicociudad, la dimensión emocional y simbólica que construyen los ciudadanos, a menudo opuesta a la de los políticos y los urbanistas.

Si Barthes hubiera vivido en Barcelona una obra como el puente neogótico de la calle del Obispo (que une la Casa de los Canónigos y el Palau de la Generalitat) bien podría haber sido incluido en una hipotética edición catalana titulada El mite avui. Algo similar hubiera pasado con la fachada neogótica de la Catedral construida con motivo de la Exposición Universal de Barcelona (1888): el semiólogo francés tampoco hubiese dudado en incluirla en sus microanálisis de los mitos de la sociedad burguesa catalana del siglo XX.

Esta mirada semiótica que propongo no debe ser entendida como un ejercicio de «semiosis ilimitada» peirceana o una «sobreinterpretación» en términos de Umberto Eco: en 1999 Albert Serratosa, un ingeniero catalán experto en planificación territorial, publicó en Editorial Proa junto a otros colegas el volumen Semiòtica de l’Eixample Cerdà, una obra donde analizaban los valores simbólicos de un proyecto urbanístico que tenía como objetivo crear una ciudad más ordenada, igualitaria e higiénica (o sea, una ciudad más burguesa).

Si bien Roland Barthes o Walter Benjamin nunca analizaron las transformaciones de Barcelona, tenemos la fortuna de que J. Carrión, ese ¿cronista? ¿novelista? ¿periodista? ¿semiólogo?,  haya recuperado sus miradas y las pusiera al día en Barcelona. Libro de los pasajes.

La séptima función del lenguaje de Binet

La séptima función del lenguaje de Laurent Binet sí tiene bien en cuenta a Roland Barthes.  La novela comienza justo ahí, cuando el camión de la lavandería atropella a Barthes el 25 de marzo de 1980. Un mes más tarde Barthes muere en el hospital y se desata la caza a la séptima función del lenguaje, esa que Roman Jakobson nunca se atrevió a publicar… pero que Barthes llevaba consigo al momento del «accidente». ¿Cuál es el poder de la séptima función? ¿Por qué intelectuales de tres continentes están dispuestos a matar para conseguir el texto que describe la séptima función?

¿Cómo es posible que la semiología, nacida de la lingüística, que ha estado a punto de ser un engendro destinado al estudio de los más pobres y limitados lenguajes, haya podido transformarse in extremis en una bomba de neutrones? Pues por una operación a la que Barthes no es ajeno.

Lo mejor del libro de Binet es la galería de pensadores franceses que desfila por sus páginas: Phillipe Sollers, Julia Kristeva, Jacques Lacan, Michel Foucault, Derrida, Deleuze,  Luce Irigaray, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir,  Régis Debrais, Louis Althusser, Jean-Francois Lyotard o Tzvetan Todorov son parte del elenco,  todos ellos acompañados por sus belicosos discípulos, jóvenes efebos y detractores incondicionales. De París el relato salta a Italia (Umberto Eco, Paolo Fabbri, Omar Calabrese) y pasa por Estados Unidos (Richard Rorty, John Searle, John Austin, Jonathan Culler, Noam Chomsky). Pero la parte más jugosa de la novela, como veremos, está dedicada a los intelectuales parisinos.

El día de la muerte de Barthes el periodista Jean-François Kahn encuadra en el telediario la producción del semiólogo que se «metía en todo»:

En los años sesenta el genio cultural de Francia se ha expresado en el discurso sobre el discurso. Sobre el discurso marginal. Es evidente que no se han producido grandes novelas… tal vez, ni grandes piezas; lo mejor que se ha producido ha sido una manera de explicar lo que otros habían dicho o había hecho, y al explicarlo se les ha hecho decir más y mejor, se ha dinamizado un discurso.

Si en Impostures Intellectuelles (1997) Alain Sokal y Jean Bricmont pusieron a parir las French Theories, ese «discurso sobre el discurso» que enamoró a los intelectuales no solo estadounidenses, el tono del libro de Binet es paródico: en su novela la microfísica del poder académico emerge con todas sus miserias, mezquindades y vendettas entre rockstars  que solo aspiran a poner su culo en el sillón más alto del panteón del saber en nombre de la revolución y el pensamiento crítico. El joven profesor Simon Herzog y el curtido inspector Jacques Bayard son los dos protagonistas encargados de reconstruir la verdad en un entorno que nos recuerda a cada momento la definición de /semiótica/ de Umberto Eco:  una disciplina que «estudia todo lo que puede usarse para mentir».

El texto está plagado de citas de los autores-personajes (¿autonajes? ¿persactores?) que terminan conformando uno de esos trencaclosques gaudinianos que Carrión se cruza en sus recorridos por Barcelona. Quizá la mejor cita de La séptima función del lenguaje pertenece a uno de los pocos personajes realmente de ficción, Morris Zapp, tomado prestado de la primera campus-novel de David Lodge (Changing Places: A Tale of Two Campuses):

La conversación es, en cierto modo, como un partido de tenis que se juega con una bola de plastilina que adquiere una forma nueva cada vez que cruza la red.

Si yo fuera un crítico literario declararía a La séptima función del lenguaje una «obra menor», un libro que, si debiera elegir entre colocarlo en un estante junto a El Código da Vinci o El Nombre de la Rosa, no dudaría un segundo: por más que Umberto Eco aparezca en sus páginas, la trama sea un roadmovie persecutorio con mucho de El péndulo de Foucault  y la dupla Herzog-Bayard nos recuerde a Guillermo de Baskerville-Adso de Melk, la propuesta literaria de Binet no me termina de convencer. Entonces… ¿por qué incluirla en este post? Porque me entusiasma mucho su mirada ácida y despiadada de la intelectualidad francesa, esos autores que todavía hoy, casi medio siglo más tarde, se leen con tanta devoción y sin ponerlos en discusión en buena parte de las universidades latinoamericanas.

Arrival de denis villeneuve

Arrival es sin dudas la mejor producción de ciencia ficción del 2016. Muchos menos aparatosa que Interstellar (Nolan, 2014) y a años luz del remake de The Day the Earth Stood Still (Derrickson, 2004) o ese bodrio titulado Knowing (Proyas, 2009), más conocida entre nosotros como Señales del futuro, el largometraje de Denis Villeneuve nos enfrenta a una situación muy concreta: ¿cómo comunicarnos con una inteligencia alienígena? La semiótica se ocupa desde hace unos cuantos años de este tema. Si, no pongan esa cara: existe una semiótica aplicada llamada exosemiótica que plantea escenarios que hoy solo podemos imaginar o ver en la pantalla.

Arrival es quizá la mejor puesta en escena de la hipótesis de Sapir-Whorf (o Principio de Relatividad Lingüística), la cual establece que existe una cierta relación entre las categorías gramaticales del lenguaje que una persona habla y la forma en que la persona entiende y conceptualiza el mundo. La película, a través de flashbacks/flashforwards que solo adquieren pleno sentido en los últimos minutos, nos muestra la construcción de una zona de mutuo entendimiento con entidades alienígenas que vienen a nuestro planeta con un mensaje bajo el tentáculo. Entender el lenguaje alienígena implica comenzar a pensar como ellos y cambiar radicalmente nuestra concepción del mundo y el espacio-tiempo.

Pero Arrival es también un muestrario de los comportamientos trogloditas de la raza humana cuando se enfrenta al Otro, más allá de que sea amarillo, negro o verde-Marte. Más cerca de Stanley Kubrick que de Mars Attack (Burton, 1996), el largometraje de Villeneuve es a su manera un piccolo trattato di semiotica interspaziale que supera por un par de cuerpos celestes otros acercamientos al tema como la nada despreciable Contact (Zemeckis, 1996).

La historia silenciosa

Antes de ser un libro impreso la La historia silenciosa fue una aplicación interactiva, un producto multimedia que fragmentaba el relato en decenas de entrevistas en diferentes lugares del planeta. Organizada a partir de una larga serie de encuentros entre 2011 y 2044 (siguiendo el modelo retroperiodístico de Guerra Mundial Z de Max Brooks), la novela de Eli Horowitz, Matthew Derby y Kevin Moffett parte de una hipótesis desconcertante: el nacimiento cada vez más frecuente de niños silenciosos incapaces de hablar, comprender el lenguaje y relacionarse con sus pares a través de los canales tradicionales. Mientras los científicos, terapeutas, padres y periodistas de todo el mundo elaboran hipótesis y tratan de afrontar la situación, los jóvenes silenciosos comienzan a establecer vínculos entre ellos. Patty Kern, una de las entrevistadas de La historia silenciosa, advierte:

Tenemos tanto que aprender de estos seres. Traten ustedes de entenderlo, las palabras son meros conductos. Tuvimos que inventarlas porque necesitábamos algo que enganchara la verdad…pero las palabras se han convertido en un obstáculo, una cortina de humo. Lo que estoy diciendo ahora mismo, por ejemplo, ni de lejos se acerca a lo que quiero decir. Hubo un tiempo, no hace tanto como ustedes creen, que carecíamos de palabras. Éramos pura intención y propósito y espíritu y sentimiento. Hogueras al aire libre. Estas criaturas están aquí para devolvernos a aquellos días. Obsérvenlas, compréndanlas. Acérquense a ellas con amor. Escuchen todo lo que no dicen.

Los adultos solo se tranquilizan cuando la ciencia logra ponerle nombre al síntoma: LRE (Logorresistencia Emergente). Los padres se dividen entre los que intentan comunicar con sus hijos silenciosos, los que experimentan todo tipo de terapias para lograr lo imposible y los resignados. Un día se detecta una forma de comunicación no lingüística entre los jóvenes silenciosos. En su afán de ponerle nombre a todo algunos la llaman «habla facial«:

Estos niños silenciosos nunca han tenido lenguaje, de modo que sus cerebros se han desarrollado desde el principio a partir de un juego de herramientas muy diferente. Herramientas puede no ser la palabra correcta, claro está: en general no podemos confiar en las palabras como narradoras en estos intentos de explicación. La existencia de estos niños y sus infrecuentes dotes no depende, sin embargo, de nuestra capacidad para explicarlas: hemos de ser humildes y aceptar las realidades que rebasan nuestra comprensión.

Como ya dije The Silent History nació en 2012 como novela interactiva para iPad. La aplicación recibió unos cuantos premios y nominaciones; además, fue reseñada de manera muy positiva por los críticos estadounidenses. La versión interactiva incorpora la geolocalización (para activar una entrevista el lector debe encontrarse en las mismas coordenadas geográficas del entrevistado).

La ficción metasemiótica

A su manera todas estas obras dialogan entre sí y, a mayor o menor distancia, se entrelazan con decenas de textos teóricos. Se podría establecer un enlace entre La historia silenciosaLa séptima función del lenguaje: si el lenguaje es poder, entonces: ¿cómo se gestiona una sociedad donde comienza a desaparecer el lenguaje? El planteo de La historia silenciosa no se aleja demasiado del de Arrival: ¿Cómo nos comunicamos con unos seres que son totalmente ajenos a nuestro mundo-lenguaje? El «habla-facial» de los jóvenes silenciosos: ¿qué mundo les está modelando? ¿En qué se diferencia del que construimos cotidianamente a partir del lenguaje verbal? Un hilo semiótico une todos estos textos. Si nos ponemos en estructuralistas las oposiciones no tardan en surgir: habla y silencio, lenguaje humano y lenguaje alienígena, poder y semiosis, teoría y ficción…

Los pasajes -escribe J. Carriónson pasadizos, hipervínculos, túneles, atajos, rodeos, entre dos cosas o dos conceptos que parecían no guardar relación alguna: pensamiento lógico y pensamiento mágico, porque la antítesis pone necesariamente a prueba la inteligencia.

Pero vayamos más allá de los pasajes. Si la semiótica es una forma de metadiscurso, ese «discurso sobre el discurso» que tan bien supieron explotar/exportar los intelectuales franceses, las obras que acabo de reseñar (me refiero a los textos de Binet, Villenueve y Horowitz, DerbyMoffett, donde la semiótica aparece en fase de producción, y dejando explícitamente fuera los Pasajes de Carrión porque en ese caso la semiótica se la puse yo en fase de reconocimiento) bien podrían pertenecer al género de la ficción metasemiótica.  A diferencia de la metaficción, un género que recuerda al lector que está ante una obra de ficción y la problematiza en relación a la realidad, la ficción metasemiótica hace evidente al lector que vive en un mundo semio-centered y lo problematiza poniendo en relación el sistema de la ficción con el sistema de la teoría (el debate post-estructuralista, la hipótesis de Sapir-Whorf, la exosemiótica, etc.).

Si hay obras de ficción que coquetean con la teoría del caos (Jurassic Park), la teoría de la mecánica cuántica de Heisenberg (Limbo de Agustín Fernández Mallo) o la física de los agujeros negros (Interstellar), no debería extrañar que el linguistic-turn de los años sesenta o el más reciente giro semiótico de Paolo Fabbri, sean abordados desde la ficción. Cuando muchos daban por muerta a la semiótica, la mecha que Umberto Eco encendió hace más de treinta años con El nombre de la rosa vuelve a arder y a generar obras de ficción que ponen en discusión las palabras nuestras de cada día.

Notas al pie de página
  • La historia silenciosa me la regaló J. Carrión mientras comíamos en el pasaje Sert.
  • Alejandro Piscitelli me recomendó La séptima función del lenguaje durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.  Con Alejandro compartimos una misma visión de un cierto tipo de intelectual «crítico» Made in France que, esto lo digo yo, ha hecho estragos en las ciencias sociales y las humanidades (ver mi post ¿Bibliografía del oprimido? Hacia una crítica de la razón bibliográfica).
  • Me hubiera gustado conocer la opinión de Eliseo Verón sobre La séptima función del lenguaje. Verón murió en el 2014, un año antes de la publicación del libro de Binet. La vida es así, a veces reparte los libros y los lectores en diferentes manos.
  • Arrival no me la recomendó nadie. No voy mucho al cine y si voy es solo para ver ciencia ficción.
  • Creo que Arrival habría fascinado a Thomas Sebeok y Umberto Eco, quien no hubiera dudado en dedicarle una Bustina di Minerva en L’Espresso.  Como a la mayoría de los intelectuales franceses, La séptima función del lenguaje no le hubiera hecho ninguna gracia.
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11 Comments

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  1. Me gusta mucho la idea de ficción metasemiótica. Creo que Arrival merecería otro posteo. Es tan compleja y tal vez más lingüística que semiótica. Coincido plenamente con lo de los intelectuales franceses. Voy a leer La séptima función del lenguaje, es demasiado tentador el título.

  2. Tuve impresiones similares ante la muestra de Sebald en el CCCB, la experiencia con su escritura, los debates sobre qué es literatura hoy, y sobre lo contemporáneo… me vino el ensayo de Aira, y los espacios mentales de Verón… la provocacion de Ludmer, mis derivas por una Barcelona que siempre conmueve.. y siempre Benjamin ..asociaciones caprichosas de fragmentos para combinar con las sugerencias de este post ! Muy bueno !

  3. Gracias por los comentarios! Para Patricia: desde el momento en que ARRIVAL se centra en la comunicación entre un sistema lingüístico humano y otra cosa que se encuentra más allá de la «lengua natural», podemos imaginar que estamos en territorio semiológico… La posible traducción entre dos sistemas de significación tan distantes Jakobson la hubiera catalogado entre las traducciones «intersemióticas». Esto nos podría llevar a repensar la hipótesis de Sapir-Whorf: ¿qué nos modela la forma de pensar y percibir? ¿El lenguaje o un sistema semiótico más allá de lo lingüístico? Algunos teóricos como el italiano Guido Ferraro sostienen que la lengua no es el «sistema modelizador primario» sino otro tipo de estructuras como las narrativas… En fin, el debate da para mucho más! Otra cuestión: en el post no mencioné a Lotman pero sus ideas sobre la «frontera» y «traducción» bien podrían ser parte de esta conversación.

  4. Hola, me ha encantado su post. Solo que quisiera saber, ¿por qué si habla de libros prefiere incluir Arrival (la película) y no el cuento en el que se basó? Porque, en mi opinión, el cuento sin duda pone de manifiesto la semiótica y los problemas a los que se enfrenta la Dra Banks al intentar establecer comunicación. Saludos desde la CDMX.

  5. Gracias Valeria por el comentario. No analicé el cuento porque no lo leí! Apenas pueda lo leeré, el tema es muy interesante y seguramente en el texto escrito hay otros matices.

  6. ¿Hay alguna opción en el blog para suscribirse? Gracias y felicidades por el post.

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