El dilema del gobernante: gestionar en tiempos de coronavirus.

Autor invitado: Juan Manuel Cozzi

Juan Manuel Cozzi es politólogo y dirige la Especialización en Comunicación Corporativa e Institucional en la Universidad de Concepción del Uruguay. Autor de La ubicuidad del riesgo. Gestión de la Comunicación en contexto de catástrofes, un libro publicado hace un puñado de meses que parece haber sido escrito para estas semanas de pandemia.

Primero la vida de las personas

Quizás resulte apresurado aventurar que el enfoque con el cual ha encarado la crisis sanitaria Alberto Fernández, funcionará mejor que los de Andrés Manuel López Obrador en México o Jair Bolsonaro, en Brasil. Pero si resultara favorable, podría emerger como un líder decisionista afianzado, anclado en el reconocimiento de vastos sectores de la sociedad.

Las opciones son cuidar la economía o cuidar la vida, dijo Fernández en un reportaje días pasados. “Entre la economía y la salud, yo elegí la salud”, estas palabras definen por sí mismas las acciones encaradas. Por su parte, la OMS elogió el accionar del Gobierno por haber tomado medidas rápidas y audaces y eligió a la Argentina, junto a otros 9 países, para buscar una cura.

En nuestro país, no nos sobra nada, tan frágil es nuestro sistema de atención médica como lo es la economía a lo que habría que agregar una profunda grieta en lo político.

Ganar tiempo como estrategia

Argentina impuso una férrea política de aislamiento social bajo el precepto de #Quedateencasa. La clave de esta decisión surgió del intercambio de opiniones y de conversaciones con expertos (infectólogos e epidemiólogos), que conforman el grupo de especialistas del comité de crisis, a fin de evitar que se aceleren los casos positivos. En definitiva, las decisiones se toman y las consecuencias se asumen.

Entretanto, el Estado desplegó una batería de medidas para tratar de paliar la crisis social que trae aparejado el brutal freno de la actividad económica y las consecuencias sobre los sectores vulnerables e informales. La inscripción para el cobro de los $10.000, el reparto de alimentos frescos y secos -que en los próximos días empezará a acentuarse- y hacer efectivo el pago adicional de la Asignación Universal por Hijo (AUH), son algunas de ellas.

En América Latina, donde un gran número de personas depende de la economía informal para sobrevivir, no hay buenas opciones para los gobernantes. La decisión de Fernández de ir “a fondo” para luchar contra el COVID-19 se destaca por su contraste tanto con México -donde López Obrador alentaba hasta hace unos días a sus ciudadanos, a ir a restaurantes y a abrazarse- como también con Brasil, donde el presidente Bolsonaro ha minimizado los riesgos y se enfrentó públicamente con los gobernadores que están tomando medidas estrictas para combatir el virus en sus estados.

El papel de la comunicación

En tiempos de crisis, la comunicación es clave porque sostiene el tejido comunitario. Se precisa de una coordinación y un lenguaje que ayuden a cohesionar a la gente. La palabra bien pronunciada y con autoridad, une y su buena utilización en situaciones como las que se están viviendo, son determinantes para la creación de marcos de interpretación y de análisis. También para la pedagogía y el rigor. Emplearlas adecuadamente, con la prudencia necesaria y la seriedad de la responsabilidad, generan seguridad. La comunicación debe graduar este recorrido, priorizando en cada momento, la información más útil y vital para la actuación efectiva.

Liderar en la incertidumbre implica una serie de habilidades y comportamientos específicos, que no son poseídos por todos los líderes. Este no parece ser el caso del presidente Fernández, quien exhibe grandes dotes de comunicador -sus años de “armador político” le han redituado bien- que le permiten prescindir de la figura de un vocero, tan recomendada en cada manual de gestión crisis.

Mediaciones y mediatizaciones

En una esfera pública mediatizada como la actual, no podemos entender la política desvinculada de la comunicación. Esto nos lleva a pensar en la acción política como una acción comunicada, asimilada a la posibilidad de expresión de la palabra política. Relevante en la situación de crisis por el COVID-19 ya que, como situación de riesgo, puede considerarse una cuestión susceptible de definición social, como un tema conflictivo que se configura en la esfera pública. Llega hasta el punto, que el mismo, presidente Fernández es quien advierte acerca de la falsa información sobre el coronavirus, que circula a través de WhatsApp y en las redes.

De tal manera, el espacio público se amplía y se vuelve continuo en términos comunicativos. Este proceso se identifica a través de temas de agenda pública que se inician en las redes sociales y son tomados por los medios, y viceversa. Pasamos del espacio público asociado a lo mediático, al de las mediatizaciones, donde nada queda por fuera de este nuevo espacio híbrido.

Construir consenso y gestionar el disenso

Expertos, gobernadores, dirigentes empresariales, sindicales, políticos y curas villeros – quienes aconsejaron que el aislamiento no sea exclusivamente en el hogar, sino que sea barrial- fueron convocados en diferentes instancias, para ser consultados y buscar consenso para la toma de medidas.

Saltar la “grieta” parece ser otra de las decisiones de este gobierno. Bienvenido que así sea. Muchos gestos simbólicos y explícitos lo confirman como por ejemplo, conferencias de prensa junto a líderes de la oposición y el trabajo cooperativo junto a jurisdicciones gobernadas bajo otro signo político. Pensar en el posible nacimiento de una política más colaborativa, no implica necesariamente pretender un cese de tensiones. Se trata de no volver sobre los mismos pasos, una vez finalizada la tregua impuesta por la emergencia.

Las crisis no cambian comportamientos de la noche a la mañana, pero sí pueden iniciar procesos.

Más allá de las medidas que resten por tomar, probablemente, nada será como antes. Especialistas coinciden que el virus quedará circulando y generando problemas por lo menos durante todo el año. Muchas variables se modificarán: las condiciones de vida, los vínculos entre las personas, el comportamiento de las sociedades, la manera de intervenir ante enfermedades, los sistemas de gobierno y la política en sí, serán diferentes.

Postdata (06.04.2020)

Días atrás cuando escribí este artículo, el presidente Fernández se aferraba sobre el timón del barco y lo conducía con firmeza sobre aguas tormentosas. La dinámica de esta realidad, en este enfrentamiento con el coronavirus, hace que nadie está exento de infectarse. Alberto Fernández no es inmune y en esta última semana asomaron contradicciones y desaciertos en el seno de la toma de decisiones del gobierno.

Como corolario de una semana particularmente difícil– extensión de la cuarentena, enfrentamiento con el empresariado local y un “fallido” decreto para imponer condiciones sobre todo el sistema sanitario-, el viernes 3 una medida totalmente desacertada, disparó la masiva afluencia de jubilados- justamente el grupo más vulnerable-, junto a beneficiarios de planes sociales y se veían las imágenes de miles de personas agolpadas haciendo cola frente a los bancos, sin cumplir la más mínima atención a las medidas de aislamiento. Esto le costó al presidente una caída importante en los niveles de aprobación alcanzados precisamente por cómo llevaba adelante los protocolos respecto de la pandemia. Todo lo que recomendaba hacer a la sociedad cambió su sentido.

No obstante, el comité de expertos que asesora al presidente coincide en que la Argentina transita la primera etapa de esta crisis sanitaria por debajo del promedio de los países más afectados.

Un gobierno puede caer en crisis, por lo que hace, por lo que no hace o por lo que hacen otros. A no perderse los próximos capítulos…

Nota

Estas contribuciones de autores invitados se van publicando en Hipermediaciones cada dos o tres días y por orden de llegada. El texto original de Juan M. Cozzi fue recibido el 30.03.2020. La realidad, como podemos ver, va mucho más rápido que el ritmo de publicación de Hipermediaciones.

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