Hace unos meses mi amigo Denis Porto Renó me invitó a escribir el prólogo de un libro sobre interfaces. La propuesta me gustó: los diferentes autores se mueven en un universo conceptual (estamos hablando de conceptos como «interfaz», «ecología», «evolución», «medios», etc.) y analítico (una mirada eco-evolutiva de los procesos sociotecnológicos) en el cual me encuentro muy a gusto. Finalmente, el volumen apareció hace unas pocas semanas bajo el título Interfaces Contemporâneas no Ecossistema Midiático. A continuación les comparto mi prólogo y, obviamente, les recomiendo la lectura de este libro de difusión libre y gratuita.
De la Interfaz de Usuario a la Ecología de las Interfaces.
El concepto de “interfaz” (interface) fue introducido a finales del siglo XIX para definir una superficie que separaba dos entornos líquidos. La interfaz era entendida como una membrana que marcaba un límite entre dos substancias pero, al mismo tiempo, actuaba como filtro que permitía (o no) el pasaje de un lado a otro de ciertas partículas. Con el correr del siglo XX el concepto fue asumiendo otros significados y funciones. Por ejemplo en The Gutenberg Galaxy (1962) Marshall McLuhan definió al Renacimiento como una “interfaz” entre el pluralismo medieval y la homogeneidad de la modernidad. La interfaz, en este caso, se presentaba como un espacio de transición. Un lugar de pasaje.
Al llegar al mundo informático, los primeros usos del concepto de “interfaz” se orientaron hacia los dispositivos de entrada y salida del ordenador: interfaz SCSI, interfaz USB, interfaz Firewire… O sea, todos esos cables que se encuentran en la parte posterior del computador personal eran la “interfaz”. La irrupción de las nuevas interfaces gráficas, popularizadas a partir de 1984 gracias al Macintosh, llevaron a una inversión del concepto: la “interfaz gráfica de usuario” (graphic user interface) pasó a estar en la parte delantera del computador personal. El ratón, el teclado, los iconos en las pantallas y una nueva gramática de interacción (click = seleccionar, doble click = abrir documento o carpeta, etc.) eran los nuevos componentes de la interfaz.
Mucho se ha escrito y debatido sobre las interfaces gráficas de usuarios, desde los principios de usabilidad que deben respetar los entornos virtuales de interacción para incrementar su eficiencia, eficacia y satisfacción hasta los límites que impone la metáfora del escritorio (desktop) al desarrollo de nuevas interfaces. Disciplinas como la interacción persona-ordenador (Human-Computer Interaction), la semiótica, las ciencias cognitivas o el diseño interactivo (Interaction Design) se han preocupado por comprender las interfaces de usuario y han contribuido a su optimización.
Tal como propongo en mi libro Las Leyes de la Interfaz (Gedisa, 2018), creo que el concepto de “interfaz” puede ser llevado más allá de la clásica “interfaz de usuario” y utilizado para analizar, comprender y transformar muchos otros ámbitos de la vida social. En primer lugar, esta nueva concepción parte de una simple definición: la interfaz entendida como una “red de actores humanos (individuales e institucionales), relaciones y procesos”. De esta manera, podemos hablar de interfaces educativas (el aula, la escuela, el sistema educativo, el museo, etc.), interfaces políticas (los partidos políticos, los parlamentos, etc.), interfaces gastronómicas (una mesa familiar, un restaurante, etc.) o interfaces performativas (un evento, un espectáculo, etc.).
Desde esta nueva perspectiva se considera que las interfaces forman un ecosistema (las interfaces dialogan, cooperan o compiten entre sí) y evolucionan a través de procesos marcados por la complejidad; por otro lado, las interfaces están lejos de ser un lugar neutral o transparente: ellas son el espacio donde se confrontan las estrategias de los diseñadores y las tácticas de los usuarios. En este contexto, las interfaces aparecen como lugar de interacción y expresión de conflictos políticos.
El presente volumen se mueve en un territorio que se extiende entre la clásica “interfaz de usuario” y la nueva concepción extendida de “interfaz”. En casi todos los capítulos se indaga, de manera amplia y desde perspectivas teóricas diversas, en las que podríamos denominar “interfaces mediáticas”. Reflexionemos un poco sobre estos dos conceptos que pueden llegar a superponerse. Podríamos decir que en ambos casos hay definiciones amplias y reducidas tanto de “medio” como de “interfaz”. Veamos algunas de ellas:
Definición reducida | Definición ampliada | |
INTERFAZ | Interfaz como instrumento que le permite al sujeto interactuar con una tecnología (“Interfaz de usuario”). | Interfaz como red de actores, relaciones y procesos. |
MEDIO | Medio como instrumento de transmisión pública de información. | Medio (“medium”) como entorno que modifica la percepción y cognición de los sujetos. |
Si entendemos a la interfaz como un «instrumento» a través del cual un sujeto interactúa con una tecnología (definición reducida de “interfaz”), podríamos decir que todo instrumento de transmisión pública (definición reducida de “medio”) posee una interfaz de usuario que le permite al sujeto interactuar con los contenidos: el televidente con el comando a distancia frente a la pantalla, el usuario con el ratón frente a un ordenador, o el lector con su diario entre las manos.
Por otra parte, si consideramos a la interfaz como una «red de actores, relaciones y procesos», cualquier práctica donde esté involucrado un instrumento de transmisión pública de información podría ser analizada desde esa perspectiva. Por ejemplo, se podría analizar el visionado de una serie televisiva desde la perspectiva ampliada de “interfaz”, o sea, como un espacio donde interactúan diversos actores humanos (televidentes, guionistas, showrunners, programadores televisivos, etc.) y tecnológicos (pantallas, antenas o cables, controles a distancia, contenidos, etc.). En ambas concepciones reducidas se expresa una misma metáfora instrumental: el medio o la interfaz como “instrumento” para transmitir información (medio) o manipular una tecnología (interfaz).
Quizá los cruces más interesantes a nivel conceptual y que exigen un mayor esfuerzo teórico son los que se dan entre las definiciones ampliadas. Por una parte, si las definiciones reducidas de “medio” e “interfaz” los consideran simples instrumentos, en las definiciones ampliadas se promueve una perspectiva macro donde tiende a destacarse la mirada en clave ecosistémica. Sin embargo, las metáforas son diferentes: si consideramos al medio como un “entorno” (un “médium” para McLuhan) (1964), nos movemos en el campo semántico de una metáfora ambiental; si consideramos a la interfaz una red de actores, nos situamos en el campo semántico de una metáfora reticular. Más que oponerse, ambas metáforas se refuerzan mutuamente dado que proponen dos miradas complementarias, una más cercana a lo cognitivo-perceptual (el medio como entorno que modifica a los sujetos) y otra a lo estructural-formal (la interfaz como red de actores). Desde la perspectiva de Las Leyes de la Interfaz, algunos principios como “las interfaces evolucionan (4ta Ley)” o “las interfaces coevolucionan con sus usuarios” (5ta Ley) confirman la gran afinidad que existe entre ambas metáforas, si bien cada una de ellas ilumina desde diferentes perspectivas los procesos socio-tecnológicos.
En el presente volumen el lector encontrará un amplio espectro de reflexiones, análisis y propuestas en el campo de las que podríamos denominar “interfaces mediáticas”, desde las interfaces narrativas cinematográficas o transmedia hasta las interfaces informativas en los dispositivos móviles o las redacciones periodísticas, pasando por las marcas entendidas como interfaces económicas y simbólicas entre usuarios y empresas, o las nuevas interfaces vocales de usuario. En varios capítulos emerge con fuerza la metáfora eco-evolutiva que propongo en Las Leyes de la Interfaz, un modelo analítico que permite comprender las relaciones y procesos en los que participan los diferentes actores humanos y tecnológicos. Más allá de la adhesión a una u otra metáfora de la interfaz, seguramente el lector encontrará en estos textos mucho food for thought y claves para seguir analizando las aceleradas transformaciones que está atravesando la ecología mediática.
Para terminar, no olvidemos que este volumen que el lector tiene en sus manos, los autores, los editores y todos los profesionales e instituciones que lo hicieron posible son parte de una interfaz conversacional que nos ayuda a pensar, compartir conocimiento e intentar comprender el mundo en que vivimos.
No interface, no party.
La foto de portada corresponde a un fósil mediático de Christopher Locke
Referencias Bibliográficas
McLuhan, M. (1962). The Gutenberg Galaxy: The Making of Typographic Man. Toronto: University of Toronto Press.
McLuhan, M. (2013). Understanding Media. The extensions of man. New York: Ginko Press (edic. original: 1964).
Scolari, C. A. (2018). Las Leyes de la Interfaz. Barcelona: Gedisa.
Como siempre, muy iluminador todo. Me quedó una duda: ¿cómo interpretar la frase «No interface, no party»?