Mi estadía de investigación en la New York University, entre otras cosas, me permitió conocer personalmente a autores que vengo siguiendo desde hace unos cuantos años. Lisa Gitelman es una de las investigadoras más reconocidas en el campo de la historia de la comunicación. A lo largo de la última década Gitelman ha publicado obras fundamentales a la hora de entender las transformaciones de la ecología mediática (especialmente durante el siglo XIX). Sus trabajos y aportes nos brindan elementos muy importantes para comprender los cambios que vive el sistema de medios. No es casual que investigadores como Alejandro Piscitelli o Eliseo Verón la incluyan dentro de la bibliografía de sus libros; sin embargo, muchos jóvenes estudiantes e investigadores latinoamericanos o españoles todavía no han entrado en contacto con su obra. Espero que esta entrevista sirva como un pequeño aperitivo de otros platos (me refiero a los libros que ilustran este post).
Carlos A. Scolari: Si en las últimas dos décadas los investigadores de los medios quedamos hipnotizados por los new media, tu decidiste subirte al DeLorean, visitar el pasado y reconstruir la historia de los old media. ¿Cómo llegaste a la historia de los medios (Media History)? ¿Cómo es la conexión entre lo nuevo y lo viejo?
Lisa Gitelman: Comencé como historiadora de los medios trabajando con un grupo de investigadores que publicaban los trabajos del inventor estadounidense Thomas A. Edison. Esa experiencia realmente cambió mi forma de pensar y mi especialización. Trabajar en un archivo, buscar el paper residuum del trabajo de Edison, y leer sobre los orígenes de la telegrafía, la telefonía, el fonógrafo, las películas, etc., fue una experiencia dentro de la historia de los medios que se cristalizó, en mi caso, justo en el momento en que el mundo académico comenzaba a encontrarse con las redes digitales. Aprendí a ser consciente sobre la marca que el presente imprime en nuestra comprensión del pasado, así como el pasado en el presente.
Los Estudios de Ciencia y Tecnología (STS-Science and Technology Studies) han ejercido una gran influencia sobre mi trabajo y me ayudaron a perfilar cómo debía mirar los archivos de Edison. Además, aprendí muchísimo al encontrarme con el sistema de patentes de los Estados Unidos. Una vez que ves que hay miles de patentes que cubren diferentes aspectos de, por ejemplo, la registración de sonido, se vuelve imposible pensar superficialmente sobre “el fonógrafo” como si fuera un medio único y estable. Por ejemplo, pensemos cuántas veces la gente generaliza sobre “lo impreso” o “los eBooks”. Para mi está claro que “lo impreso” no es una cosa única; es, y siempre ha sido, muchas cosas.
CAS: ¿Cuáles son los principales desafíos de tu investigación? ¿Localizar los dispositivos tecnológicos? Encontrar los documentos técnicos originales? ¿Reconstruir el proceso de diseño/producción/uso?
LG: La investigación histórica requiere paciencia y eso fue un gran desafío para mí. Tuve que aprender una y otra vez a ser paciente con los archivos, a ser paciente con las fuentes, y entonces a sentarme con mis ejemplos por un buen rato. Mi pensamiento tiende a centrarse en el dispositivo (device-oriented), pero siempre trabajo para desplazarlo de la posición central. Para mí tiene mucho más sentido mirar a los usos y a los contextos.
CAS: En los últimos años ha aparecido una nueva disciplina: la arqueología de los medios (Media Archeology). Este enfoque está bastante cerca del concepto de arqueología según Foucault. ¿Puedes por favor explicarnos tu opinión de la Media Archeology? ¿Cuál es la diferencia entre ese enfoque y tu trabajo?
LG: Me alegra decir que la Media Archeology no es una metodología única sino una orientación dentro de la historia de los medios. Gracias a libros como What Is Media Archaeology? de Jussi Parikka hoy tenemos un cuadro más completo de la arqueología de los medios que tiene mucho más sentido para mí. Ellos siguen a Foucault, como tú dices, especialmente por su interés en las formas de funcionamiento de los medios dentro de las “redes discursivas” (la expresión es de Kittler). O sea, de manera discursiva y en relación a la dinámica histórica de la cognoscibilidad (know-ability). Por otra parte, pienso que la arqueología de los medios es una historia de los nuevos medios para geeks fanáticos del hardware (yo también lo soy, para bien o para mal). Me parece que mi trabajo está muy cerca del de ellos, casi en armonía con una buena parte de lo que hoy se denomina Media Archeology. Además creo que, gracias a investigadores como Jussi, se crean muchas más conexiones entre las tradiciones alemanas y estadounidense de estudios de medios.
A primera vista, donde mi trabajo reciente parece estar más vinculado a la arqueología de los medios es en su compromiso metodológico de dar saltos cronológicos en el tiempo, hacia adelante y hacia atrás. Es un dispositivo, un gimmick, una forma de forzar comparaciones y poner al descubierto los contrastes. Pero en el fondo llevo la tradición historicista en el corazón; yo quiero contar una historia, quiero ser lo más consciente posible de la narrativa que escribo. De alguna manera me da muchas satisfacciones que los historiadores tiendan a desmerecerme ya que me consideran una teórica, mientras que algunos teóricos me desvalorizan porque me consideran una historiadora.
CAS: Si analizamos la literatura, el concepto de “intertextualidad” es fundamental para entender la evolución de ese entorno. ¿Cuán importantes son las relaciones entre medios para comprender su evolución? En este contexto: ¿Piensas que puede ser de utilidad el concepto de “intermedialidad” (intermediality) para la historia de los medios?
LG: Creo que está emergiendo un consenso respecto a que el significado y el estudio de los medios son intrínsecamente comparativos y, al mismo tiempo, muy contrastantes. Esto hace que el concepto de “especificidad mediática” (media specificity) sea un poco engañoso y el de “intermedialidad”, innecesario. De todos modos, siempre trato de evitar el uso de jerga específica (no siempre con éxito).
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En está época marcada por el debate sobre las grandes masas de datos, el big data y las digital humanities, Gitelman no podía quedar fuera del debate. Pero participa a su manera: publicando un libro sobre la historia de los datos y su manipulación titulado «Raw Data» Is an Oxymoron. En espera de la reseña, por ahora les dejo el (para)texto que acompaña al libro:
We live in the era of Big Data, with storage and transmission capacity measured not just in terabytes but in petabytes (where peta- denotes a quadrillion, or a thousand trillion). Data collection is constant and even insidious, with every click and every «like» stored somewhere for something. This book reminds us that data is anything but «raw,» that we shouldn’t think of data as a natural resource but as a cultural one that needs to be generated, protected, and interpreted. The book’s essays describe eight episodes in the history of data from the predigital to the digital. Together they address such issues as the ways that different kinds of data and different domains of inquiry are mutually defining; how data are variously «cooked» in the processes of their collection and use; and conflicts over what can — or can’t — be «reduced» to data. Contributors discuss the intellectual history of data as a concept; describe early financial modeling and some unusual sources for astronomical data; discover the prehistory of the database in newspaper clippings and index cards; and consider contemporary «dataveillance» of our online habits as well as the complexity of scientific data curation.
El volumen incluye ensayos de Geoffrey C. Bowker, Kevin R. Brine, Ellen Gruber Garvey, Lisa Gitelman, Steven J. Jackson, Virginia Jackson, Markus Krajewski, Mary Poovey, Rita Raley, David Ribes, Daniel Rosenberg, Matthew Stanley y Travis D. Williams.
En estos días mantuve un rico debate en Facebook sobre la necesidad de actualizar la bibliografía de los estudios de comunicación en América Latina. La lectura de los trabajos de Gitelman es una buena forma de entrar en sintonía con la nueva generación de investigadores de la comunicación, al mismo tiempo que nos ofrece interesantes categorías para analizar las transformaciones que afectan el sistema de medios. Finalmente, Gitelman menciona el diálogo entre los científicos alemanes y los estadounidenses. Este diálogo debería extenderse a otros países y circuitos científicos. No tengo dudas de que varios colegas de América Latina tienen mucho para compartir y debatir con investigadores como Lisa Gitelman.
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