Comunicación: ¿una post-disciplina?

Quizá el libro más interesante que me traje de la conferencia anual de la International Communication Association, que se realizó en Washington DC la última semana de mayo, fue Communication: A Post-Discipline de Silvio Waisbord. Editado por Wiley, el volumen es un excelente mapa del estado del campo de la comunicación con todas sus tensiones, fragmentaciones y, por qué no, frustraciones. A veces estas cuestiones parecen lejanas, sobre todo en un momento en que casi todos los investigadores se interesan por temas muy puntuales y prestan poca atención a lo que pasa más allá de su ámbito específico de trabajo; sin embargo, a los que estamos interesados en las teorías de la comunicación o en las limitaciones de los enfoques tradicionales frente a las mutaciones digitales, siempre nos entusiasman estos recorridos transversales.

Más allá de las fragmentaciones teóricas

En este blog ya he escrito varias veces sobre la fragmentación de las teorías de la comunicación, especialmente a partir de los diagnósticos de Robert Craig (ver el post Communication Theory: 25 años no es nada). En esa entrada escribí lo que sigue:

¿Cuál es la situación actual de las teorías de la comunicación? Tanto Craig como la autora que comenta su texto (Barbie Zelizer) coinciden en indicar que el caos en el campo de las teorías de la comunicación se ha incrementado en los últimos años: estamos de frente a un proceso de dispersión por la creación de nuevas miradas y conversaciones teóricas.  En su nuevo artículo Craig reivindica la utilidad demostrada por su modelo en los últimos años ya sea para representar el campo, justificar su existencia o explicarlo a los alumnos pero termina concluyendo que, como en 1999, las teorías de la comunicación se caracterizan por su “productive fragmentation”.

(…) Zelizer propone algunos puntos sobre los cuales focalizar nuestra atención, entre ellos la debilidad congénita del campo y el hecho de que las disciplinas de la comunicación son más importadoras que exportadoras de conocimiento. Esto es consecuencia, en parte, de una mirada (externa pero también interna) según la cual el campo de la comunicación es “joven”, “poco consolidado” e incapaz de sostener su propia existencia epistemológica sin recurrir a muletas sociológicas, psicológicas o económicas.

El libro de Silvio Waisbord, un investigador argentino residente en Estados Unidos, va más allá de los nichos teóricos y propone una mirada mucho más amplia de la fragmentación del campo de estudios de la comunicación que abarca sus aspectos metodológicos, teóricos, temáticos e institucionales. El libro, además, analiza con atención los efectos colaterales de las mutaciones digitales y los procesos de globalización sobre nuestro campo de investigación.

Fragmentación e hiperespecialización

El Kintsugi (金継ぎ) es el arte japonés de arreglar fracturas de la cerámica con barniz de resina mezclado con oro, plata o platino. Se diría que, en el mundo científico de la comunicación, durante el último siglo los investigadores se han dedicado a martillar la vajilla hasta dejarla reducida a infinidad de pequeñas piezas epistemológicas… Pero esta visión del problema no es exacta: la comunicación nunca fue un campo de estudio unificado. Nunca tuvimos un jarrón comunicacional. Sus orígenes en la primera mitad del siglo XX fueron variados (había gente de la sociología, la ciencia política, la psicología, etc. investigando la comunicación) y su desarrollo posterior no hizo más que profundizar aún más esa dispersión inicial. Dice al respecto Waisbord:

Fragmentation is the result of the confluence of several factors. The muldisciplinary genealogy of the field has been a major cause. Communication was multidisciplinary before multi- and inter-disciplinarity became important trends in academia (p. 17).

Away from fractured disciplinary and intellectual genealogy, the constant drive toward specialization in academic work has also exacerbated the fragmentation (p. 21).

Estos procesos de fragmentación e hiperespecialización han generado dos posiciones antagónicas entre los investigadores y teóricos de la comunicación:

The consequences of disciplinary fragmentation are mixed. Some lament the fact that fragmentation means the dilution of the well-defined and agreed-upon core elements  that define any discipline. Others, instead, celebrate fragmentation because it loosens the straitjackets of disciplinary theories and methodologies and nudges scholars into exciting lines of research (p. 22).

Creo que los investigadores de América Latina tienden a ubicarse del lado de los que festejan la interdisciplinariedad y fragmentación del campo, ya que ven en ella un elemento disruptivo que diferenciaría a la comunicación de otras «disciplinas» y le brindaría una libertad metodológica casi infinita. Yo no estoy  tan convencido de las bondades de la hiperespecialización y la fragmentación, pero al  mismo tiempo asumo que juntar los trozos de cerámica para reconstruir un jarrón comunicacional (que en realidad nunca existió) es a estas alturas una tarea imposible.

Volviendo al libro, Waisbord retoma y actualiza un tema clásico: ¿puede construirse un campo disciplinario más o menos integrado si entre nosotros mismos proliferan las discusiones sobre el mismo concepto de «comunicación»? Las definiciones sobre qué es comunicación se suceden desde hace décadas y constituyen un subgénero clásico dentro de la producción teórica. Obviamente, las carencias semánticas se expanden a muchos otros conceptos que utilizamos a diario (pienso en palabras como «medio», «información», «mediación», «mediatización», «fake news«, etc.). Estas endebles bases semánticas dificultan ya no la unificación disciplinaria sino directamente el diálogo entre investigadores.

Waisbord, quien dirigió durante varios años el prestigioso Journal of Communication y por lo tanto tiene una visión muy amplia de la producción científica contemporánea, propone seis concepciones (comunicación como conexión, diálogo, expresión, información, persuasión e interacción) en un intento por poner un poco de orden semántico en las conversaciones, pero es consciente de que «there is no Esperanto in the babel of communication scholarship» (p. 45).

Lo digital y lo global

Éramos poco y… llegó el digital turn, el cual complejizó aún más la investigación en comunicación y alimentó la creación de nuevas especializaciones. La emergencia de las redes digitales fue un duro golpe para un campo acostumbrado a lidiar con los medios masivos. El networking obligó a repasar las teorías y métodos aplicados al broadcasting (en mi libro Hipermediaciones. Elementos para una teoría de la comunicación digital interactiva dediqué una buena cantidad de páginas a esta mutación) y a pensar en nuevos conceptos y enfoques. El hecho de que toda nuestra vida esté filtrada por las redes digitales -Waisbord rescata el concepto de «mediation of everything» introducido por Sonia Livingstone en la conferencia ICA 2008 (PDF)- aumenta el desconcierto de quien quiera encontrar un hilo conductor en las miles de investigaciones que se publican bajo el paraguas de la comunicación.

Respecto a la globalización, también ha sido un proceso que ha contribuido a la aparición de nuevas voces, enfoques y formas de encarar la investigación y la teorización en comunicación. Por un lado Waisbord nos habla de la «institutional globalization» que afecta a los departamentos, facultades y eventos. Con números en la mano, el autor nos confirma algo que todos sabemos: si bien la investigación en comunicación dejó de ser un patrimonio exclusivo de los Estados Unidos como en la época dorada de la Mass Communication Research, todavía sigue siendo determinante la presencia de investigadores de un puñado de países anglosajones (incluyo en este concepto a los Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania y países aledaños). El mundo latino (europeo  y americano), africano y asiático (salvo los países que tienen línea directa con el grupo anglosajón) se encuentra en una situación marginal. Waisbord apunta algunas de las causas ya conocidas por todos, desde la hegemonía del inglés hasta las diferencias epistemológicas que limitan la difusión de esos trabajos.

Respecto a la «intellectual globalization«, Waisbord apuesta por la «des-westernization» de la investigación. No es la primera vez que Waibord toca este tema: ya en 2014 había coordinado junto a Claudia Mellado un monográfico de Communication Theories dedicado precisamente a la «des-westernization». En su nuevo libro Waisbord explica que

De-westernizatoin refers to a shift in academic knowledge to broaden the analysis by considering experiences, research findings, and theoretical frameworks developed in the rest of the world (p. 100).

Waisbord se mueve con elegancia en este tema pero no deja de advertirnos que «replacing western countries with another form of intellectual narcissism and parochialism is hardly a solution which would stimulate self-reflectivity about the underpinning of scholarly work and foster critical thinking» (p. 106). Si bien no lo menciona en el libro, sería interesante cruzar estas páginas de Waisbord con los debates sobre las «epistemologías del Sur» que se están poniendo de moda por debajo de la línea del Ecuador.

Por otra parte, cada vez que se habla de estos temas aparece un concepto, el del «global South«, para nombrar a los países que antes se consideraban «del Tercer Mundo o «en vías de desarrollo». Lo digo sin tapujos: cuando escucho o leo las palabras «global South» se me ponen los pelos de punta y comienzo a salivar. Es más, diría que cada vez que alguien escribe «global South» se extingue una especie en el Amazonas… Meter en el mismo saco la producción de los investigadores latinoamericanos, africanos o asiáticos me parece un insulto al sentido común. Si la intención es superar las miradas coloniales y visibilizar otros enfoques, pensar que exista algo llamado «global South» es más imperialista que la flota de la Margaret Thatcher rumbo a las Malvinas.

Post-disciplina

¿Qué hacer frente a la fragmentación e hiperespecialización que reina en el campo de la comunicación? Waisbord, en una actitud que comparto, propone asumir este estado de fragmentación y aprender a convivir con él:

We should recognize and embrace the proliferation of approaches to the study of digital communication amid the constant reinvention of fields of study related to «communication studies». This attitude demands challenging the modernist project of science identified with a single conceptual system and a finely defined and dominant paradigm, and defending ontological openness, not only in the name of intellectual originality but also as a distinctive quality of the continuous blurring of academic boundaries (p. 90).

Al final del libro Waisbord apuesta por el concepto de post-disciplina.  Para llegar a ese concepto el autor repasa (demasiado rápido para mi gusto) conceptos como trans-, post-, multi-, inter-disciplinariedad. Si bien el volumen no es un manual de teorías de la comunicación, creo que definir mejor estos conceptos -a los cuales yo agregaría el de bi-disciplinariedad introducido por Miquel de Moragas en los años 1980 y que retomé en Hipermediaciones– hubiera servido para potenciar la apuesta por la idea de «post-disciplina».

Pero, ¿qué son las  post-disciplinas? Waisbord las define como «intellectual trading zones« donde se encuentran los investigadores, desarrollan un lenguaje común y construyen teorías alrededor de problemas y preguntas comunes (p. 127). Estas zonas de conversación no son precisamente nuevas: Waisbord menciona algunos marcos teóricos como el funcionalismo, el estructuralismo o el materialismo como ejemplos de espacios que conectaban investigaciones en las ciencias sociales e incluso las humanidades (p. 128). Al final del libro el autor propone algunas posibles líneas de avance dentro de esta lógica post-disciplinaria, pero no se las cuento para no convertir este post en un spoiler.

Kintsugi

En Communication: A Post-Discipline Waisbord mapea un territorio en permanente estado de mutación, analiza las tensiones, grietas y placas tectónicas desencajadas que lo caracterizan y presenta un abanico de hipótesis explicativas para rastrear los orígenes de la fragmentación e hiperespecialización. El esfuerzo es enorme y lo convierten en un texto fundamental para cualquier «investigador de la comunicación» que quiera salir de la cueva y ver qué pasa a su alrededor.

Waisbord ha hecho un esfuerzo digno de un maestro del Kintsugi por juntar piezas de diferentes jarrones y ver si se puede hacer algo con ellas.  Si tuviera que indicar un flanco débil del libro, es el siguiente: en un volumen tan atento a la necesidad de abrirse a la producción teórica del global South y de incorporar nuevos interlocutores más allá de los anglosajones, sorprende la ausencia de autores latinoamericanos. ¿Se puede hablar de «mediaciones» y no mencionar la obra de Jesús Martín-Barbero? Cuando Waisbord toca el tema de las «teorías de la mediatización», más allá de la mención a los clásicos de Andreas Hepp, Freiderich Krotz, Sonia Livingstone Nick Couldry, no hubiera venido mal una referencia a los trabajos pioneros de Eliseo Verón. Y si hablamos de la fragmentación del campo, los exhaustivos trabajos del mexicano Raúl Fuentes Navarro son referencia obligada para comprender el estado de la producción teórica en América Latina y su posicionamiento frente a los grandes paradigmas del «global North».

Sería genial que en futuras ediciones (o en la versión en castellano, que, espero, no tarde en llegar) se incorporaran otras voces a un debate que supera las conversaciones entre algunos investigadores europeos y estadounidenses. Más allá de estas ausencias que, como lector, identifiqué en el texto, el libro de Waisbord presenta un mapa actualizado, crítico y muy sugerente sobre el estado actual de las conversaciones teóricas y científicas sobre eso que llamamos «comunicación» sin saber aún bien de qué se trata.

Nuevas metáforas

Mientras leía el libro y apuntaba notas en sus márgenes, pensaba en la exposición Cuántica del CCCB y me venían a la mente algunas preguntas… A estas alturas: ¿conviene seguir hablando de fragmentación? ¿No sería mejor asumir que estamos en presencia de un campo científico atomizado, cuántico, con miles de micropartículas epistemológicas chocando entre sí? Dejo la pregunta picando, aún desconociendo si en un mundo cuántico las pelotas (y las preguntas) pueden picar.

Buenas vacaciones (al menos para los que viven en el Hemisferio Norte).

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