Entrevista a J.L. Fernández: los lenguajes de la radio.

Seguimos con nuestra serie de entrevistas. En este caso el invitado es José Luis Fernández, profesor de la Universidad de Buenos Aires y experto en semiótica de los medios. Durante años JLF ha investigado la radio y otros medios sonoros hasta convertirse en uno de los grandes expertos del tema. En esta entrevista hablamos de sus trabajos de investigación y abordamos la posición que ocupa la radio en la ecología mediática contemporánea.

CAS: Me gustaría que le contaras a los lectores del blog algo sobre tu último libro, La captura de la audiencia radiofónica. ¿Cómo se coloca esta obra dentro de tus investigaciones y publicaciones anteriores?

JFL: Si bien está originado en una tesis de doctorado, el libro es como una gran propuesta de investigación sobre la audiencia radiofónica en sistema con las de los otros medios. El concepto central es que las dificultades básicas en los estudios de la audiencia radiofónica han sido, por un lado, la falta de una teoría compleja sobre el discurso radiofónico que sirva para ordenar diversas posiciones de recepción y, por el otro, la falta de una teoría de la decisión de recepción de la radio frente a otros medios, especialmente dificultosa en este caso dada la ubicuidad que ofrece este medio. Creo que es de interés la presentación, poco frecuente, de una metodología semiótica basada en operaciones aplicables y aplicadas a cierto tipo de programación en el libro y la relación con otras teorías y metodologías dedicadas al estudio de las audiencias, desde Lazarsfeld a Orozco Gómez. Me gusta haber podido presentar, aunque seguramente sin la profundidad posible, las tensiones con las proposiciones de autores como Bourdieu, Ginzburg y Bauman. En el conjunto de mi trabajo significó coronar una etapa de 25 años de investigaciones y publicaciones sobre la radio y mi sensación es que completé un modelo sobre emisión en broadcasting dentro del cual, como se sabe, la radio ha ocupado un lugar central. Creo que, de todos modos, deberá resultar útil para estudiar las múltiples maneras en que el networking funciona como broadcasting o lo complementa. Por otra parte, el análisis de las radios hiteras me situó definitivamente en mi etapa actual de trabajo, enfocada en las mediatizaciones de lo musical.

libroJLF

CAS: Siempre que hablamos de los medios dedicamos mucho tiempo a discutir de la prensa, la televisión, el cine, etc. pero la radio poca veces es mencionada. Algunos la han bautizado como «el medio invisible» … ¿por qué pasa esto?

JLF: En el conjunto de los estudios y las preocupaciones por los medios la radio ocupa un lugar paradojal: por un lado es considerada como un buen objeto, visto con simpatía y sobre el que siempre es bienvenido un estudio sobre él dentro de un congreso pero, por el otro, nunca ocupa un lugar central en las preocupaciones a las que se dedican las discusiones y preocupaciones centrales sobre la presencia de los medios en la vida social. La razón más superficial de esa condición paradojal es que, a partir de la llegada de la televisión, ésta se convirtió en la bestia negra de las preocupaciones apocalípticas sobre los medios y frente a ella, la radio se convirtió en el medio inofensivo, que acompaña buenamente y fomenta la imaginación. Pero la cuestión  más profunda, la que tiene más interés teórico y, por lo tanto ideológico, es que ese lugar lateral y hasta despreciado lo ocupa el conjunto de las mediatizaciones del sonido: lo radiofónico, por supuesto, pero también lo fonográfico y lo telefónico. Es verdad que los usos del sonido despegado de su fuente son muy poco frecuentes antes de finales del siglo XIX pero a partir de allí han tenido tal importancia que su falta de visibilidad social y teórica no pueden deberse solamente a su condición hipoperceptiva. Estoy convencido que la mediatización del sonido ha generado un espacio de producción discursiva y cultural resistente a ser asimilado por las costumbres audiovisuales y escriturales dominantes en nuestra cultura desde, al menos, el renacimiento. Desde ese punto de vista, destacar y estudiar la vida del sonido dentro de nuestra cultura contribuye a poner en evidencia mecanismos profundos y ocultos de la producción de sentido social. 

CAS: Hay algo que siempre me sorprende de la radio: pasan los años y siempre está ahí, firme, inmune a los posibles ataques de otros medios (digo ataque en el sentido de que le roben su audiencia, tal como hizo la televisión con el cine).  La radio sobrevivió a la llegada de la televisión, de la web, de las redes sociales… ¿Es un medio aislado y, por lo tanto, hasta cierto punto protegido?

JLF: Más que el término «ataque»», que suele usarse en las relaciones de disputa de «dominancia» entre medios, prefiero utilizar el término «asedio», como lo hice en el artículo que vos y Carlón tuvieron la amabilidad de publicar en El fin de los medios masivos. El comienzo de un debate. Ese asedio, que es el de la permanente actividad de la sociedad y la cultura para ponerle imagen y/o letra a las mediatizaciones de sonido y en las que hemos podido describir, por ejemplo, épocas más o menos visuales en la mediatización sonora de la música. Por otro lado, cuando hablamos de periodizaciones de las mediatizaciones hay que poner los momentos en un sistema de pesos temporales adecuado. En ese sentido, como se ve, entiendo a la radio más como un medio intersticial, que como un medio aislado. En ese plano, los estudios semióticos sobre la radio pueden converger con los de la media ecology, pero ello mientras la noción de mediatización incluya siempre tres series, diferenciadas pero articuladas, dentro de cada mediatización: la de los dispositivos técnicos, la de lo específicamente discursivo (lenguajes, géneros, estilos, figuraciones, etc.) y la de los usos y prácticas sociales relacionados con mediatización y en tensión con otras.

CAS:Más allá de esta capacidad de supervivencia ¿Cómo ha evolucionado la radio a lo largo de historia? ¿Podemos reconocer etapas o fases? Si así fuera ¿podemos atribuir estos cambios a la influencia de otros medios?

JLF: La radio se constituyó como el medio que conocemos en la década del ’30 del siglo XX, es decir, hace 8 décadas (ni un siglo) ocupando un lugar central entre lo cinematográfico y lo gráfico; dos décadas después, apenas hace 6, la televisión ocupó ese lugar central, haciéndose cargo de algunos componentes centrales de la radio como la ficción (del radioteatro al teleteatro) y el show musical en vivo. La respuesta tecnológica fue la FM, de la que se sigue hablando como clave en la lucha con la TV, pero desde mi experiencia la radio se hizo fuerte con la información urgente en vivo desde el lugar de los hechos y el show radiofónico como género broacasting de síntesis de la actividad informativa, social y cultural y las relaciones entre diversas series de la vida social. La progresiva portabilidad del equipamiento televisivo y la expansión de lo satelital le están cuestionando el lugar de lo informativo callejero de la radio desde hace algo más de dos décadas. Pero como gran parte del show magazine televisivo se ha puesto metatelevisivo, como han analizado Eco y Carlón, por lo que el show radiofónico, género central del medio desde los ’60 del siglo pasado sigue vivo y es uno de los puntos fuertes de la radio. Por último, desde hace recién una década, la Internet ha comenzado a asediar a lo radiofónico pero en este caso tanto como a la tv y mucho más a la prensa gráfica. Para no expandir demasiado el análisis, la fuerza de la radio en la actualidad es la provisión de una oferta discursiva que articula información, entretenimiento y música para individuos que realizan otras actividades además de interactuar mediáticamente. En este sentido, la tendencia a las mediatizaciones móviles tienden a converger con, más que acuestionar, el lugar de la radio. Veo la posibilidad en el futuro de una radio que acompañe al individuo en su recorrido social y le permita interactuar telefónicamente (con sonido, por lo tanto) con la emisora que cubre información sobre su lugar social mientras lo conecta con lo global.

 

CAS: Un tema permanente de nuestras conversaciones es la cuestión de los modelos de análisis semióticos. Hay investigadores que anteponen el modelo teórico a la realidad y tratan de hacerla encajar en su modelo (por ejemplo las semióticas basadas en Peirce o Greimas); otros semióticos siguen el camino contrario: construyen el modelo a partir de la observación directa de los fenómenos sociales, culturales y mediáticos, sin estar atados a las tradiciones. ¿Son compatibles estas dos maneras de trabajar? ¿Su aplicación depende del objeto de estudio? ¿O la semiótica debería tomar partido por una de ellas?

JLF: Para comenzar, no hay una semiótica como disciplina más o menos homogénea. Una vez superada la etapa fundadora, que atraviesa todo el siglo XX hasta la década del ’70, hay instituciones y congresos en los que convergen, a mi entender todavía como fenómeno interesante, al menos cinco ‘maneras’ de enfocar las cuestiones discursivas (cualquier otra precisión deja afuera alguna de las corrientes y no estoy seguro de ello): la manera lógica de base epistemo-filo, la manera bío, de base neuro-naturalistas; la cognitiva, de base lógico-psi; la manera discursiva, de base lingüístico-crítica y la manera socio, de base etno-interaccionista, dentro de la cual se inscribe mi trabajo y el de mi equipo. Todas esas maneras, a mi entender, discuten constantemente sus modos de trabajo y sus principios teóricos y los casos aplicacionistas, parecen en general esfuerzos formalizadores de investigadores individuales, más que propuestas de establecimiento de nuevas ortodoxias. Hay que tener en cuenta que el género ponencia en congreso, y muchas veces el de artículo monográfico, muchas veces obligan a hacer una revisión teórica rápida y los hallazgos quedan como aplicación de ese marco teórico. La alternativa a esto suelen ser los enfoques exegéticos que en general son muy dificultosos y llenos de riesgo en el campo de la semiótica por la erudición habitual de los colegas. Me parece que esa tensión está presente en todas las ciencias sociales y vienen desde el fondo de los tiempos de cada disciplina con voluntad empírica. Los extremos de esas posiciones los he denominado, sin pretensiones de novedad, como adhoquismo y aplicacionismo. Si bien me considero ‘adhoquista’, es imposible trabajar sin tener presentes modelos de organización del material que se recoge en el proceso de investigación. La gran ventaja que tenemos en el campo del estudio de las mediatizaciones respecto a los fundadores, es que ahora no sólo contamos con modelos teóricos  herramientas metodológicas, sino con los resultados de varias décadas de aplicación de esos modelos y herramientas que nos dan, además de experiencia y conocimiento previo sobre los objetos que estudiamos, procesos de transformación y mejoras de esos mismos elementos. En mis clases de semiótica presento el cuadro siguiente en el que muestro que un dato, cuanto más micro es debe ser confrontado con los saberes más macros, esto quiere decir que mientras la observación va de lo particular a lo general, la comprensión va de lo general a lo particular; ese recorrido permite generar nueva información micro ad hoc pero aprovechando y relacionádose con los saberes previos de la disciplina y de los recorridos ya realizados sobre nuestro objeto de estudio.

Para mí el gran desafío de la/s semiótica/s en la actualidad es la necesidad que generan las nuevas mediatizaciones en red e interactivas de relacionarse con otras disciplinas. Ocurre que la vida en las redes no es sólo discursiva, como ocurría en la recepción del broadcasting, sino que siempre incluyen acción (cliquear, megustearfavearagregarseguir, etc.) que tiene una dimensión significante pero que deben ser estudiados, al menos, desde dos etnografías: la de las interfaces para ver cómo se actúa con y a través de ellas, y la etnografía de redes, para comprender el rasgo de previsibilidad y de aleatoriedad de los entramados en networking. Por otro lado, el acceso a la muy extensa cantidad de datos que genera la vida en la red, obliga a tener siempre presente un enfoque estadístico en, al menos, tres niveles diferentes de cuantificaciones: el de los consumos de medios (en esto mí libro debería ser útil); el de las frecuencias y características de los contactos entre nodos y el de los recorridos individuales por la red que generan en poco tiempo gran cantidad de datos que posibilita una estadística del individuo, cercana a la del micromodelling pero que requerirá para su comprensión finas clasificaciones etnográficas y semióticas. Respecto de todos estos nuevos problemas, las experiencias discursivas y de investigación de las mediatizaciones del sonido como sistema son antecedentes válidos y necesarios.

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