Teoría general de la basura.

Son  muy pocos los autores capaces de publicar en un mismo año un libro de ficción y otro de ensayo que, cada uno a su manera y desde un lugar diferente, nos sacuden las estanterías mentales con la fuerza de un temblor. Agustín Fernández Mallo (AFM) acaba de hacerlo en 2018.

Trilogía de la Guerra

Si el proyecto Nocilla se fue desgranando de a poco en tres volúmenes (Nocilla Dream  – 2006,  Nocilla Experience – 2008 y Nocilla Lab – 2009), la Trilogía de la Guerra (2018) nos mete con un único golpe en una novela que, como explica Jorge Carrión, se inserta en una serie de obras que busca abarcar el mundo contemporáneo, un modelo literario «que tiene todo el sentido del mundo en nuestra era de bajo costo transoceánico, traducción automática y Google Earth»:

Dijo Walter Benjamin que perderse en una ciudad como quien se pierde en un bosque requiere de un cierto aprendizaje. Fernández Mallo ya practicó el arte de la deriva global en su Proyecto Nocilla  … Reincide, con una fórmula más narrativa, en un libro que viaja de la guerra civil española al desembarco de Normandía, pasando por las redes de la migración republicana o la guerra de Vietnam. Un libro que sobrepasa, de hecho, la estratosfera, pues el protagonista de la segunda parte fue uno de los cuatro astronautas que viajaron a la Luna (no sale en las fotos porque era él quien las hacía). Desde allí nos vio borrosos: no con la nitidez de nuestra cotidiana pantalla satelital.

Escribe Francisco Solano en El País  a propósito de la Trilogía, la novela que ganó el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral el año pasado:

En Trilogía de la guerra hay tres libros (así llamados), cuyos narradores especulan sobre el presente diseminado, bajo la imposición de la guerra como generadora de muertos, en un sinuoso embate contra la realidad, con el cuerpo evaluado como “la suma de todas las personas que ya no están”. Un modo de decir que somos epílogo, sin ninguna garantía de conocimiento de lo que nos precede. De ahí la necesidad de disponer un periplo de engarce con la historia como registro del mal adjunto a la cronología, opuesto a la percepción accidental de una realidad “eminentemente desordenada”.

Este conflicto lo aborda Fernández Mallo con tres sujetos muy afanosos en la indagación de los residuos históricos: un escritor que habita clandestinamente en la isla de San Simón, en la ría de Vigo, que fue refugio de piratas, lazareto y campo de concentración en la Guerra Civil; el cuarto astronauta de la misión lunar, que no salió en las fotos porque las hacía él, y una mujer solitaria en un recorrido por las costas del desembarco de Normandía que recompone y evoca el mismo viaje realizado en compañía años atrás.

¿Alguien dijo «residuo«?

Teoría general de la basura

En Teoría general de la basura. Cultura, apropiación, complejidad (Galaxia Gutenberg) AFM retoma las reflexiones de Postpoesía (Anagrama, 2009) y las lleva a otra escala. Para los que se acerquen por primera vez a la escritura de AFM, un aviso: es sorprendente su capacidad para saltar de la poesía a la física cuántica, pasando por la teoría literaria, el (pos)estructuralismo, los modelos de la auto-organización o la teoría de la complejidad (ya volveremos sobre este estilo narrativo).

Resulta imposible sintetizar las 450 páginas de la Teoría general de la basura  (en este link se puede leer la «Introducción»). Son pocas las páginas que no subrayé. Para que se hagan una idea más acertada del amplio campo semántico en que se mueve el autor, he realizado una nube conceptual con el texto de la «Introducción»:

Si pasamos de las palabras a las unidades textuales mayores, imagínese el lector una sección de capítulo que comienza hablando del boom del género apocalíptico, continúa con una reconstrucción del incidente de Friedrich Nietzsche con un caballo por las calles del centro histórico de Torino (un path urbano que también aparece en la Trilogía de la Guerra), sigue con una reflexión sobre Paul Auster, W.G. Sebald e Italo Calvino, y culmina con la teoría de las catástrofes de René Thom. 

Dicho en pocas palabras: la Teoría general de la basura, como la Trilogía de la guerra, también aspira a «abarcar todo el mundo contemporáneo» que va de las humanidades a las ciencias naturales, pasando por las ciencias formales, ciencias sociales, la filosofía y el arte. En un triple movimiento, AFM analiza, reivindica y pone en práctica la creación de valor de la «técnica apropiacionista», la cual, en el fondo, no es otra cosa que una extensión de las teorías de la complejidad:

El valor de las recientes teorías de sistemas complejos es poner en relación espacios clásicamente separados: la física con la sociología, la biología con la física; poner en contacto los seres vivos con el abstracto campo de la física-matemática, hasta hace pocos años vetado. (p. 212)

De frente a este caleidoscopio textual, un concepto como el de «transdisciplinariedad» se queda corto para encuadrar los continuos excursus analíticos que propone AFM en el libro.  Cada una de sus definiciones, hipótesis y conexiones son como pequeñas cargas de dinamita que el autor coloca estratégicamente en los fundamentos de los grandes edificios científicos o artísticos donde habitamos.

Diez párrafos diez

Los que siguen son diez párrafos extraídos de Teoría general de la basura.  Fueron elegidos casi al azar, caminando por las páginas del libro, sin un plan preestablecido y con el único objetivo de mostrar la variedad y riqueza de las especies recolectadas.

Apropiacionismo

El apropiacionismo es un hecho connatural a toda cultura y a la evolución del conocimiento –La Eneida se lee en clave de remake de la Ilíada (…)-, pero nos referimos aquí a otra cosa: cuando el apropiacionismo se hace explícito y es utilizado como gesto que expone su técnica abiertamente, como método de confección de obras.  (p. 234)

Basura

La mayoría de la información valiosa que nos han dejado culturas pasadas no es la hallada en sus «museos» sino aquello que nos dejaron sin querer, su basura (p. 134) (…) La basura es lo menos natural, lo más artificial en su constante metaforización, y por lo tanto resulta ser lo netamente cultural, lo constitutivo de toda cultura (p. 137) (…) Lo que Goya rescata de Velázquez no es su excelencia sino los residuos de sus obras, aquello que en su día las academias desecharon en Velázquez, aquello que tiraron por a la basura, aquello que ya entonces eran zonas muertas por no llegar a ser entendidas del todo. (p. 137)

Complejidad

Todos esos polos atractivos son puntos atractores, puntos de catástrofe, que determinan la forma final de un objeto, de una narración, de una teoría, de un poema, de una, en definitiva, obra entendida como una complejidad que interacciona con su entorno inmediato. (p. 68)

Descubrimiento

Hacer un descubrimiento es construir un organismo, crear, producir lo que no había, poetizar, conjeturar, inventar, y para ello no hay algoritmo ni método general de aplicación. Construir correspondencias, en suma, que antes no existían (…) A la realidad no es posible sustraerle nada sino que, por capas, siempre algo le es agregado. (p. 84)

Fragmentación

La llamada fragmentación (…) que se le atribuye hoy al espacio social cultural o a internet, y en particular a algunos de sus productos culturales, no es tal. La errada idea de la existencia de lo fragmentado parte de haber asimilado que la óptica del espacio como suma de elementos discretos, y no como un sustrato continuo desde el cual, debido a la concurrencia distintos filtros y puntos atractores, van emergiendo las formas. (p. 105) (…) Decir que algo es fragmentado alude a la presunta existencia de un mundo previo, perfectamente unido y estable, que después fue roto. De modo que el adjetivo, «fragmentario», así usado es el resultado de una posición eminentemente nostálgica y, como tal, estéticamente conservadora. (p. 195)

Internet

Internet es una arqueología contemporánea, un gran Contenedor de Tiempo en el que, paradójicamente, se ha borrado el tiempo. Bajo está óptica, cualquier cosa que haya llegado desde tiempos remotos hasta nuestros días es tan contemporánea como lo es un objeto de última generación, ya que el tiempo topológico, el tiempo de las relaciones, las copias y las reinterpretaciones, todo lo actualiza (…) Internet es un océano al que vamos tirando cosas, algunas se van al fondo, otras flotan y otras quedan suspendidas entre el fondo y la superficie; todas son llevadas por unas corrientes que no llegamos a controlar (p. 171)

Memoria

La memoria no es un archivo al que acudir para «saber que pasó», sino que realiza el movimiento inverso: el pasado viene al presente para construirnos hoy, para hablarnos de cómo somos hoy. Una arqueología que no da a luz la nostalgia de un pasado sino a la construcción de una identidad hoy. (p. 168).

Obra

Una obra, aunque en apariencia pueda ser reducida a sus partes, siempre es producto de interacciones entre esas partes, lo que aquí estamos llamando flujos en red, cuya totalidad da lugar a propiedades emergentes. (p. 100)

posmodernismo

El posmodernismo fue más un «desmontaje» de la modernidad que una alternativa a la superación de la modernidad; una vez cumplida su función se quedó sin objeto, no pudo articular una propuesta estética que, tal como se le reclama siempre a un movimiento, implicara una utopía activa. Sólo desde hoy podemos darnos cuenta de que el posmodernismo rompió el jarrón de la modernidad para, a fin de crear otro objeto, otra forma, pegar luego los trozos, y que por ello venía lastrado con un aire de nostalgia, una aire de «usar aún aquellos trozos de un mundo roto», los mismos materiales y el mismo ADN, lo que, paradójicamente, no hace sino legitimar la modernidad como Gran Modelo referencial, e implícitamente presupone la falacia de que aquel jarrón, aquel relato moderno, era el «real». (p. 282)

Red

La estructura de red ha sido trasladada a todo el orbe cultural, social y político, tiene una verdadera expresión material en las sociedades. Incluso el yo -antaño monolítica esponja- es hoy una red. Ésa es la novedad: no que la sociedad se haya revelado como una red -eso estaba ya de algún modo en las ficciones-, sino que el yo, metamorfoseado, no es más que intrincada red de nodos enlazados que van de arriba a abajo, del búnker a la superficie, de la superficie al ámbito satelital, en continuas idas y venidas sin centro fijo, sin una centralidad a la que pedir cuentas o apelar. (p. 38)

Afterpost

Categorías como «ficción», «ensayo», «discurso científico» o «narrativa» dejan de tener sentido en las obras de AFM. Por ejemplo, para él la ficción

(es) el resultado de añadir a una parte de la realidad presente algo que hasta la fecha no existía, y que por el mero hecho de añadirse pasa a formar parte de una realidad final que ha sido multiplicada. Esa realidad multiplicada es nuestro presente fáctico. (p. 15)

Las cargas de dinamita diseminadas por AFM a lo largo de la Teoría general de basura hacen saltar por los aires las categorías y modelos analíticos que manejamos a diario. Un ejemplo: «¿Cómo es posible que algo fragmentado pueda estar al mismo tiempo hiperconectado?» (p. 25). Para AFM esa fragmentación es más bien una apariencia fruto de «no haber cambiado la óptica de nuestro instrumento de visión» (p. 25). Cualquier investigador que se sienta cómodo con sus categorías analíticas -sobre todo posestructuralistas- debería leer la Teoría general de la basura y atenerse a las consecuencias. 

Coincido totalmente con AFM cuando escribe que «el posmodernismo ya no parece tener respuesta para esta realidad hiperconectada del siglo XXI» (p. 29). Desde su perspectiva estamos yendo hacia una «nueva epistemología» que integra a los dos grandes lógicas del pensamiento occidental post-hegeliano: la  dialéctica (o lógica del conflicto, típica de la modernidad) y la diferencia (o lógica de la fragmentación, típica del posmodernismo). Todo tiende a confluir en el «Realismo Complejo«, donde

el mundo es una suma de redes en la cual las cosas, los objetos, son subredes: nodos que son substancias, y las relaciones, los enlaces, que se establecen entre ellos. (p. 301)

¿Por qué disfruto tanto leyendo a AFM? En primer lugar, por su afinidad con mi visión eco-evolutiva de la red socio-tecnológica. Me hubiera encantado leer la Teoría general de la basura antes de publicar Las leyes de la interfaz, un libro que salió de imprenta en enero de 2018. Las ideas de AFM sobre los sistemas complejos y los procesos de apropiación encajan perfectamente en mi concepción del cambio socio-tecnológico. Su descripción de la imprenta como unión de tecnologías (p. 84) o su reivindicación del modelo de la red («las redes, las relaciones, están en el sustrato de todos los campos de conocimiento científico, social y artístico» dice en la p. 312) no están lejos de algunas páginas de Las leyes de la interfaz o de mi próximo libro dedicado a la Media Evolution.

Por otra parte, la reflexión y la escritura de AFM se presentan como una especie de McLuhan Reloaded. El estilo narrativo de Teoría de la basura no tiene nada que envidiar al «mosaico» mcluhaniano que tanto enervaba a sus colegas en los años ’60. Son obras con miles de estratos y reenvíos internos, difíciles de traducir y que nos obligan a releerlas después de un tiempo de decantación. No tengo dudas de que en cada relectura aparecerán nuevas pepitas de oro en el filtro interpretativo.

Final Minecraft

Lo bello hoy parece inscribirse en un trabajo de picado subterráneo, pura minería no tanto del tiempo sino encaminando a la arqueología del espacio, los modos en los que escarbamos la ruina a fin de hallar viejos-nuevos escombros que, una vez hallados, reconfiguramos en el presente a través de las obras. (p. 372)

Bonus tracks

Nota: casi me da un soponcio al aparecer una referencia a Las leyes de la interfaz en la página 298.  Desde ya es un honor haber aportado un granito de polvo cósmico a esta inmensa galaxia textual.

One Comment

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  1. Pensé que de verdad era una teoría, no un libro de ciencia fición, pensé que me ayudaría a sustentar mi investigación.

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