La entrevista que no fue entrevista.

El aleteo de un tuit -ahora llamados «post»- genera un huracán en las redes…

Me interesa intercambiar ideas con los que se sumaron al debate a través de comentarios constructivos (aunque no exentos de un tono polémico, en sintonía con el de mi tuit). Las tensiones afloraron en varios frentes.

¿Es una entrevista?

Algunos colegas y profesionales comentaron que la entrevista de Migue Granados a Messi no es una entrevista. En el canal de YouTube de Olga se la define una «nota en Miami», pero en todos los artículos publicados en los medios tradicionales (o sea, escritos por periodistas profesionales) la no-entrevista es mencionada siempre como lo que dicen que no es: una entrevista.

Algunos la definieron como un «diálogo», otros como un «gag» cómico. Ninguna de esas categorías me parece que sirve para encuadrar lo que se vio en las redes: la persona que vive profesionalmente de generar contenidos en los medios realiza una serie de preguntas al (mejor) jugador de fútbol (de la historia). Si hubiera sido un «diálogo», Messi habría hecho preguntas a su entrevistador, se hubieran intercambiado los roles de manera permanente, pero el flujo comunicacional no fue precisamente ese. Migue preguntaba, «conducía» el intercambio, y Messi respondía. Eso es una entrevista, más allá del tono del entrevistador, la complicidad entre los dos participantes o el medio o plataforma por donde circule.

¿Los streamers son periodistas?

Esta cuestión -¿es una entrevista o no?- me parece un punto clave, no tanto como debate semántico o de manual de periodismo, sino como puerta de entrada a una discusión mayor sobre el estatuto de los nuevos actores mediáticos. Y aquí podemos abrir un debate colateral muy interesante: ¿Por que algunos periodistas profesionales niegan que sea una entrevista? Y agregaría: ¿por qué los streamers -no sólo Migue- se pasan el día aclarando que ellos «no son periodistas»? Podemos imaginar algunas respuestas:

  • Los periodistas tradicionales viven como un intrusismo la explosión de enunciadores Do it Yourself en las nuevas plataformas que dicen lo que quieren y, aparentemente, no responden a ningún tipo de código ético o profesional. Por más que el periodismo tradicional deje bastante que desear (no sólo en Argentina), siempre existen obligaciones que marcan el territorio de la profesión. Si se respetaran esas obligaciones, quizás el periodismo recuperaría el prestigio perdido.
  • A los streamers que viven de generar contenidos informativos sobre música o deportes, reseñar videojuegos o entrevistar a figuras mediáticas, les resulta funcional alejarse del periodismo. Los streamers no transmiten desde una webcam en su dormitorio: son la punta de un iceberg altamente profesionalizado. ¿No es esta la excusa ideal para crear y monetizar contenidos periodísticos sin tener que responder como periodistas? Es una pregunta retórica pero no deja de ser una pregunta.

La libertad que gozan los streamers para generar contenidos les ha permitido crear nuevos formatos -como los gameplay videos– pero, en otros casos, se han limitado a repetir viejos esquemas del broadcasting dentro de un contenedor nuevo -como la cobertura que hizo Ibai Llanos del debut de Lionel Messi en el PSG-. Si les interesa este tema, pueden ver mi post «Ibai Llanos: mucho broadcasting y poco networking«. Mi tuit apuntaba precisamente a esta dimensión: se festeja una no-entrevista que, en el fondo, no es muy disruptiva que digamos. Entrevistas «picantes» y cómplices se han visto en los medios masivos argentinos desde hace décadas.

¿Fuga del periodismo?

No corren buenos tiempos para la profesión periodística. No solo los streamers que generan y monetizan contenidos periodísticos en las plataformas rechazan ponerse la camiseta profesional: también hay una fuga de cronistas. El boom de la crónica como género que «utiliza las herramientas de la literatura» abre la puerta para que algunos profesionales comiencen a tomar distancia de las redacciones y se internen en un territorio híbrido, mestizo, con la expectativa de terminar su recorrido, como diría Pierre Bourdieu, en el «campo» literario.

Es como si el periodismo profesional estuviera tan desprestigiado que, el que puede, huye por la tangente de las plataformas («yo no soy periodista, soy streamer») o aspira a posicionarse en el campo de la literatura («yo soy cronista, juego en las grandes ligas literarias»). Si esto sigue así, es probable que un día no quede nadie en el barco del periodismo. En ese caso el último, más que apagar la luz, se tirará por la borda para apagar tanto fuego.

Periodismo canchero

Volviendo al tuit, me llamó la atención que la no-entrevista se considere un producto «innovador» que «revoluciona» las formas de comunicación. La no-entrevista me pareció divertida, pero no creo que haya sido una buena entrevista. Un gran periodista político –Mario Wainfeld– se despidió de este mundo con un «Decálogo» que convendría recuperar dentro de las aulas, redacciones y estudios de grabación. El principio n. 7 dice así: «Con los protagonistas no hay que tener compasión ni empatía, pero sí uno tiene el deber de reflejar la mirada de los otros». Tengo la impresión de que la no-entrevista cumple a medias este principio. Demasiada complicidad, demasiado cancherismo, demasiada egopresencia del no-entrevistador.

Lo repito, me divertí viendo el vídeo de Migue Granados con Messi, pero de ahí a considerarlo una producción revolucionaria o de alto nivel hay una gran distancia. Sin ir muy lejos, un no-periodista boomer como Jorge Valdano suele generar intercambios mucho más ricos, donde aflora la personalidad del entrevistado y el entrevistador conduce el intercambio con mano invisible. ¿Recuerdan la famosa frase «Guardiola le hizo mucho mal al fútbol«? Se la sacó Valdano a Messi sin la necesidad de caer en los tics cancheros del tinellismo.

Se me ocurre un nuevo principio: «El mejor entrevistador es el que no se nota».

Y lo aclaro por las dudas: no es necesario haber pasado por la Facultad o leído a Adorno y Horkheimer para generar un buen producto mediático. Los mejores años del periodismo argentino se vivieron en la década de 1960, cuando las carreras de Comunicación recién se estaban fundando. Los streamers y otros actores emergentes tienen la fascinante posibilidad de renovar los formatos mediáticos y las prácticas de comunicación desde la periferia del sistema. Pero esta ventana de cambio no durará mucho: en breve estos actores serán el sistema y, a partir de ahí, les resultará muy complicado renovar su propuesta. Mientras, algunos lo están haciendo muy bien; a otros les cuesta más. Lo que no aporta mucho es la repetición cansina de formas banales ya vistas en el broadcasting. Es el camino fácil a más de lo mismo.

3 Comments

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  1. Mientras leía este texto recordaba las categorías de Williams: lo emergente, lo residual y lo dominante. Pueden resultar útiles para pensar el proceso que «está ocurriendo» en el periodismo, que incluye reorganizaciones en el proceso productivo y de la distribución, pero también en la dimensión de las narrativas.
    Algunas preguntas ya se plantearon con la migración del periodismo analógico al digital, y ahora vuelven (renovadas) con este segundo movimiento del periodismo digital al periodismo (y los contenidos) en redes. Cuál es la idea dominante acerca del periodismo? Qué prácticas lo interpelan? Cómo distinguir entre «contenidos» e información periodística? Entre formatos de entretenimiento y reconfiguración de géneros periodísticos? Las hibridaciones, mixturas, continuidades y rupturas, pueden darse de maneras sutiles.

  2. Leo este artículo justo después del debate presidencial y me pregunto si será también tinellismo esa actitud adolescente y sin contenido de los candidatos a presidente. ¿Es una casualidad que los argentinos adoren la no-entrevista de Migue, aplaudan las fanfarronadas de los candidatos y dejen de lado toda comunicación que implique analizar, procesar y conectar ideas? Cuando el último periodista salte por la borda, espero que el fuego ya haya consumido toda la careteada política y encontremos, casi sin buscar, una nueva posibilidad de organizar la cultura que emerja de las periferias, o del centro mismo de la hoguera…

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