#TsunamiDemocràtic: las nuevas interfaces políticas en la era de Blockchain.

El dirigente argentino J. W. Cooke se reía de los querían «hacer la Revolución con tiralíneas y escuadra»… Los procesos de transformación social siempre fueron caóticos y estuvieron marcados por un alto grado de improvisación. Esto no ha cambiado, pero tampoco podemos negar que las cosas hoy pasan más rápido y adquieren una repercusión antes inimaginable. No resulta nada fácil teorizar o siquiera reflexionar «en tiempo real» sobre procesos sociales tan evasivos, veloces y caóticos. Pero el esfuerzo es necesario. Sobre todo ahora, cuando los cambios sociales y políticos se hacen «con algoritmos y aplicaciones».

En su origen fue el SMS

Hagamos un poco de historia. Subamos al DeLorean y vayamos a mayo de 2004. Inmediatamente después de los atentados de los radicales islamistas en Madrid, comenzaron a circular mensajes en los teléfonos móviles que ponían en duda la interpretación del gobierno de José María Aznar, el cual insistía en endosar la autoría de la masacre a ETA. Este artículo de El Diario13M: 10 años del Pásalo«- repasa esos frenéticos días una década más tarde. La circulación de SMS generó una movilización callejera que, en esto hay bastante consenso entre los analistas, influyó de alguna manera en el resultado electoral que llevó a la presidencia a José L. Rodríguez-Zapatero.

Próxima estación: diciembre de 2009. ¿Qué pasó en España esa primera semana de diciembre? Retomo algunas cosas que escribí en el post «Después del temblor: la movilización de masas en la época post-SMS«. No voy a contar toda la historia: en la web hay algunas breves cronologías de los eventos que permiten recordar los hechos del 2009. En breve: el gobierno socialista quiso colar un capítulo “digital” dentro de la propuesta estrella de ese semestre -la llamada Ley de Economía Sostenible– que rompió los equilibrios y, después de varios años de jugar en posiciones intermedias, puso al poder ejecutivo del lado de los beneficiarios de un modelo de negocios -basado en el concepto de propiedad intelectual– en cierta manera superado por la misma evolución de la economía de la información. La cereza sobre la torta fue la inclusión de un artículo que justificaba el cierre de webs dedicadas al P2P sin autorización judicial. Las masas digitales respondieron al anteproyecto de Ley con un manifiesto que dio la vuelta de la red en pocos minutos y abrió un canal de discusión en Twitter (#manifiesto). El terremoto estaba servido.

Un dato fundamental: Twitter había sustituido al SMS.

¿Cómo se hace política en el siglo XXI? (I)

El libro Comunicación y Poder (2009) de Manuel Castells brindó el marco adecuado para responder a esta pregunta. En esa obra el sociólogo analizaba cómo las nuevas formas de comunicación en red son utilizadas tanto para la construcción de hegemonías como para la transformación de las relaciones de poder. Los hechos de Túnez y Egipto le servían a Castells para poner el tema sobre la mesa: ¿son las redes sociales un instrumento fundamental para la praxis política de este siglo? ¿O se trata simplemente de una moda pasajera?

En el 2002 Howard Rheingold había llamado la atención sobre los flashmobs construidos a puro golpe de SMS. El caso paradigmático de movilización política «flash» por excelencia se había producido en España después del 11M. Como ya vimos, poco a poco Twitter fue sustituyendo al SMS como medio informativo reticular (ver mi post Después del temblor: la movilización de las masas en la época post-SMS). En ese texto escribí lo siguiente:

Es posible que estemos atravesando una transición desde una forma de movilización nacida en la Revolución Francesa -basada en el control de la Plaza para protestar frente al Palacio– a otra que se expresa de forma virtual pero no menos efectiva. La situación se vuelve más compleja cuando, a las movilizaciones virtuales, se suma la presencia de las masas en las calles. ¿Cómo se relacionan ambos mundos?

Una referencia ineludible en ese debate fue el polémico artículo de Malcolm Gladwell titulado «Small Change. Why the revolution will not be tweeted» (2010). Según Gladwell, a menudo se atribuía a las redes sociales la explosión de movimientos opositores (Irán, Moldavia, etc.) en los cuales el rol de Twitter o los emails era, según él, secundario. «En el caso de Irán -decía Gladwell- la gente que tuiteaba sobre las manifestaciones estaba casi toda en Occidente». La pregunta volvía a repetirse de frente a los eventos en Túnez y Egipto: ¿Hasta dónde esas manifestaciones eran un fenómeno nacido y autoorganizado desde las redes sociales?

De estas cosas se hablaba hace casi una década.

Acampadas digitales

Dos años más tarde, y ya estamos en el 2011, vendría el #15M, uno de los movimientos ciberpolíticos más investigados por los científicos sociales y expertos en Big Data (no sólo españoles). En un artículo publicado en Telos (diciembre 2011) titulado «El movimiento 15-M y su evolución en Twitter«, Eva María Ferraras Rodríguez analizó el fenómeno y concluyó que

Más allá de las causas y consecuencias, podemos decir que el movimiento 15-M nació y se gestó en Internet, por tanto puede ser tomado como una muestra de ciberactivismo. Pero gracias a su brillante utilización de las redes sociales -como Twitter- consiguió también materializar su protesta en el espacio público: la calle. Como consecuencia, trastocó las agendas de medios y políticos en plena campaña electoral y despertó la simpatía de una gran mayoría de la opinión pública.

Otra investigación clásica de ese movimiento llevada adelante por Javier Toret es «Tecnopolítica del 15-M: la insurgencia de la multitud conectada«. En ese texto este investigador y activista experto en tecnopolítica explicaba que

Dos son los elementos clave para explicar la extensión del movimiento: la movilización afectiva en la psique colectiva y la multiplicación exponencial de las interacciones y nodos en las tecnologías propias del momento. El #15M supone una discontinuidad y un salto de cualidad en lo que ya se configura como la forma de acción (tecno)política colectiva en el siglo XXI. No será el último ni el único episodio de la emergencia de las máquinas tecnopolíticas y de las multitudes conectadas que desafían a los poderes constituidos; será más bien un acontecimiento en una serie que transformará radicalmente la acción política de masas tal y como la conocimos en el siglo XX.

Quedémonos con esta frase: «No será el último ni el único episodio de la emergencia de las máquinas tecnopolíticas y de las multitudes conectadas que desafían a los poderes constituidos». Tenía razón Toret: ya estamos en la nueva fase. La movilización en la época de Telegram y más allá.

¿Cómo se hace política en el siglo XXI? (II)

Marshall McLuhan no se cansaba de repetirlo: la invención de la imprenta produjo muchos cambios, desde la consolidación del pensamiento científico moderno hasta el individualismo que terminó generando las democracias contemporáneas. Para el teórico canadiense había un antes y un después de Gutenberg. Sin caer en determinismos tecnológicos, creo que podemos acordar en que la tecnología de la palabra impresa aceleró y dio una dimensión mayor a procesos que estaban in nuce dentro de la sociedad europea del siglo XV y XVI.

Las independencias de los países latinoamericanos y la difusión del pensamiento liberal -que se oponía a la decadente ideología monárquica- en el siglo XIX también latieron al ritmo de la palabra impresa. Lo primero que hacían los revolucionarios de ese siglo era fundar un periódico. La lucha política era una lucha de palabras escritas con la pluma y después difundidas con caracteres de plomo entintados. Y cuando se cansaban de escribir, dejaban la pluma y tomaban la espada… ¿Se acuerdan del himno a Domingo F. Sarmiento? «Por ver grande a la Patria tu luchaste / Con la espada, con la pluma y la palabra».

En el siglo XX la política dejó la palabra para volcarse progresivamente a la imagen. La videopolítica nació con el debate televisivo Kennedy-Nixon (1960) y llega hasta nuestros días, cuando nos gobierna una generación de dirigentes políticos donde predominan los perfiles diseñados como cualquier otro producto para el mercado de masas. De la videopolítica se ha escrito mucho, sigue siendo una de las principales herramientas para la construcción de hegemonías, pero algo está cambiando…

#TsunamiDemocràtic

No tengo dudas: se escribirán decenas de artículos, monográficos y tesis doctorales sobre el #TsunamiDemocràtic, un movimiento ciberpolítico nacido al calor de las sentencias contra los dirigentes independentistas catalanes pero que venía cocinándose en las profundidades de la red desde hacía mucho tiempo. Como escribí al inicio del post, no resulta fácil escribir sobre estos procesos mientras se están moviendo las placas tectónicas… Veamos cómo funciona esta, como diría Toret, «máquina tecnopolítica» que logró en pocas horas bloquear el aeropuerto de Barcelona con miles de personas el lunes 14 de octubre.

Según este artículo de El Diario

El Tsunami es una iniciativa nacida de un grupo de personas con trayectoria activista en el independentismo de izquierdas y los movimientos sociales. Algunos de ellos habían coincidido durante los meses previos a octubre de 2017 y también después, en charlas sobre no violencia. No fueron mucho más de media docena las personas que, a principios del pasado verano, comenzaron a pensar en lo que hoy es el Tsunami Democràtic, un nombre de evidente inspiración en Jordi Cuixart (uno de los dirigentes condenados, CAS), que ha usado repetidamente este lema. La marca fue concebida como paraguas para una idea que cada vez compartían más grupos dentro del secesionismo: que la respuesta a la sentencia no podía ser solo una manifestación clásica.

A diferencia del otoño 2017, hoy el movimiento independentista no aparece conducido por un conjunto de líderes y organizaciones que actúan de forma coordinada (entonces se hablaba del «Estado Mayor») sino que, en gran medida, sus iniciativas siguen una lógica bottom-up. Y aquí entran a jugar las nuevas lógicas tecnodigitales:

La filosofía detrás de la forma en la que se organiza Tsunami tiene que ver con la tecnología blockchain. Para explicarlo de forma sencilla, las acciones se preparan como si se tratara de un gran puzzle. Los participantes se reparten las piezas, una para cada uno, sin que nadie conozca qué pieza tiene el de al lado, y ni siquiera quién tiene alguna de las piezas, cuántas piezas hay o en qué consiste cada una. Unas piezas que solo tienen sentido una vez se unen todas y la acción se conoce. Esa forma de organizarse es la misma que permitió entre septiembre y octubre de 2017 pasar por la frontera y custodiar 8.000 urnas sin que las fuerzas policiales ni los servicios secretos pudieran descubrirlas. Esto solo fue posible gracias a un cuidado reparto de papeles, cadenas de confianza y una escrupulosa dispersión de la información.

#TsunamiDemocràtic se consolidó a través de Telegram, una de las  plataformas de mensajería y VOIP más seguras debido a que los intercambios están cifrados mediante la tecnología MTProto. Al momento de escribir este post (17 de octubre por la tarde) el grupo de Telegram del #TsunamiDemocràtic cuenta con más de 310.000 usuarios. El siguiente paso ha sido lanzar una aplicación móvil para gestionar mejor la participación de la gente en las movilizaciones.

Si bien en los medios se ha hablado bastante del tema, hago una breve síntesis para los lectores latinoamericanos que no están siguiendo todo lo que pasa en Cataluña. La aplicación utiliza el sistema de comunicación criptada Retroshare, el cual se caracteriza por no tener un servidor centralizado sino que sigue un sistema similar al de BitTorrent o Blockchain; por otra parte, la app  no se descarga de Google Play ni está disponible para iPhone con el objetivo de evitar que esas empresas la bloqueen (tal como sucedió en Hong Kong con una aplicación de Apple usada por los manifestantes). La aplicación del #TsunamiDemocràtic solicita al usuario su disponibilidad (días / horas) para sumarse a las movilizaciones y si tiene algún vehículo (desde bicicleta hasta camión). También pide los datos de geolocalización. Digamos que solo con esta información básica se pueden organizar acciones en cualquier lugar del territorio, a toda hora y con una respuesta casi inmediata de los manifestantes.

Lo que sorprende es el paso final para la activación. En esta fase el proceso pasa del mundo digital al real: el usuario necesita escanear un código QR de otra persona para ponerla definitivamente en marcha. La confianza entre usuarios es básica para el funcionamiento de esta red. Un análisis publicado en la web del Partido Pirata (Barcelona) sostiene que

Así, tenemos una aplicación que convierte el dispositivo móvil en un nodo de una red formada por personas de nuestra confianza, conectada a través de estas con otras redes de personas, hasta formar una gran red donde los mensajes pueden ser enviados desde un punto  y ser replicados a todo el mundo que participa. Sobre el papel es una red segura, pero el factor humano siempre es el eslabón más débil de cualquier sistema seguro. Por eso hay que tener mucho cuidado con quién se comparten las claves. Ninguna tecnología es absolutamente segura, sino razonablemente segura y esto depende mucho de su diseño y de sus usuarios.

La aplicación, resume el análisis,  sirve para

mejorar la seguridad de las herramientas que se están usando actualmente de forma masiva para las movilizaciones (como Telegram y Twitter) pero no es ninguna panacea (…) No tener acceso al código fuente de la aplicación añade una incertidumbre adicional, así que queda a la conciencia de cada cual decidir si asume los riesgos inherentes a su uso, como en otras muchas decisiones que se toman día tras día, a menudo sin conciencia de los riesgos que esto comporta para nuestra privacidad y seguridad, como instalar la última aplicación de moda que te modifica la cara. Pero esto lo dejamos para otro día.

Por otra parte, otros expertos han llamado la atención sobre el hecho de que no se puede identificar exactamente de dónde provienen las iniciativas de movilización. Entrevistado por El País, el profesor de Ciencia Política de la Universidad de Barcelona  Enric Luján explicó que en este sistema

Los liderazgos no son visibles. Hay una confianza ciega, sin cuestionar nada. Es como si hubieran logrado una red de bots humanos para lanzarlos a alguna operación.

Esta ausencia de un enunciador individual (que el gobierno de España está tratando de develar) en cierta manera se opone a otra forma de hacer política en las redes muy difundida (sí, estoy pensando en los tuits nuestros de cada día que vomita @realDonaldTrump). Estas diferentes maneras de uso y apropiación del espacio digital confirman la necesidad de ser cautos a la hora de analizar un «nuevo medio» o tecnología de comunicación, evitando enfoques reduccionistas o maniqueos.

Por ahora no podemos ir mucho más allá en nuestros análisis de esta nueva «máquina tecnopolítica». Como siempre, será la confrontación entre las estrategias de los diseñadores y las tácticas de los usuarios, en el contexto de una interfaz -entendida como una trama de actores individuales, institucionales y tecnológicos– la que defina la forma que asumirá la red socio-tecnológica en el futuro.

Una nueva interfaz política

Más allá de todas las posibles limitaciones tecnológicas o políticas, ya sea con Telegram o con la aplicación móvil de #TsunamiDemocràtic, es evidente que estamos entrando en una nueva fase de la tecnopolítica que comenzó en el lejano 2004 con un SMS, siguió con la lluvia de tuits de las acampadas del #15M y ahora, en un contexto mundial realmente poco estimulante, se expresa en una nueva interfaz política marcada por la incorporación de nuevos actores tecnológicos (Telegram, Retroshare, geolocalización, Blockchain, etc.), nuevas relaciones entre los actores (tecnológicos, humanos, institucionales) y nuevos procesos de movilización social y política.

En la 8º Ley de la Interfaz (Las Leyes de la Interfaz, Gedisa, 2018) dediqué un par de párrafos al rediseño de las interfaces políticas

la democracia es una red de actores que abarca desde los ciudadanos hasta instituciones como los partidos políticos o los medios de comunicación, tecnologías como las urnas, los sistemas de recuento de votos o los espacios parlamentarios de debate, y una gramática que se expresa en una Constitución y un conjunto de leyes y reglamentos. La democracia es la interfaz política por excelencia, el lugar donde interactúan todos estos actores y ponen en práctica sus tácticas/estrategias de cooperación y competencia (…) Pocos se animarían a discutir que en estos primeros años del siglo XXI la democracia representativa manifiesta síntomas de agotamiento. Expresado en otros términos, podría decirse que tanto la democracia como, a otra escala, los partidos políticos son interfaces que están en crisis y deben ser rediseñadas.

Todavía es prematuro imaginar el futuro de las interfaces políticas, pero es indudable que los procesos se están acelerando, una forma de entender las relaciones de poder se está desintegrando mientras, nos guste o no, están surgiendo nuevas  configuraciones políticas y formas de organización social.

Actualización

El 18 de octubre, por orden de la Audiencia Nacional, la Guardia Civil clausuró las páginas web de la iniciativa Tsunami Democràtic. Algunos dominios externos siguen operativos dado que no pudieron ser clausurados por encontrarse fuera de jurisdicción. El grupo de Telegram y la app también siguen operativos.

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2 Comments

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  1. Realmente Carlos, hiciste un brillante análisis y más por ser éste en caliente, «entre placas tectónicas en movimiento» como decías. Creo que si hay un punto en que discrepo es en la teorización de ver que los tiempos se aceleran. Veo narrativas superpuestas, procesos superpuestos, pero la historia y el tiempo como un chicle en el que los que quieren cambiarlo para tener cabida o tener su propio espacio (desde los ciudadanos del mundo, los movimientos MeToo, micro-ambientalistas) van mucho mas rápido que en el pasado. Como en el Universo, en sus límites, la expansión se mueve más rápido pero sigue habiendo un pasado-Big Bang donde todo sigue como casi siempre.

    • Yo creo que en ciertos momentos las secuencias se aceleran, y en otros se ralentizan. Pasa con las secuencias de eventos políticos o sociales, pero también en otros órdenes de la vida. Obviamente, también es una percepción de los sujetos, pero seguramente los ritmos mediáticos tienen algo que ver en la construcción de esa percepción.
      Sin embargo, los hechos (votaciones cada año, crisis de gobierno recurrentes, etc.) son datos reales de que las secuencias van «más rápido».
      Estoy totalmente de acuerdo con la «superposición» (algo de eso surgió en la charla con Roger Chartier que publicó Gedisa): cambios que antes se dieron en diferentes momentos históricos hoy se vuelven a dar pero de manera simultánea. Todo se resume en un concepto: complejidad.

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