Radical Theory. Crisis, comunicación y laboratorios sociales.

Con motivo de la presentación del libro Por una mirada-mundo (Gedisa) esta semana tuve la oportunidad de escuchar a Armand Mattelart y después compartir una agradable cena con él y un grupo de colegas. Como todos saben, Mattelart es un referente ineludible de los estudios de comunicación en su vertiente más crítica y social. El best-seller Para leer el Pato Donald (escrito junto a Ariel Dorfman en 1972 y lectura obligada para varias generaciones de estudiantes e investigadores) no alcanzó a eclipsar una extensa obra que encuentra en la «mirada-mundo» crítica un hilo conductor. Este post se extiende a lo largo de dos extremos: un texto escrito en Chile por el mismo Mattelart en 1970 -donde denunciaba la investigación «administrativa» y las tendencias empírico-positivistas de la sociología- y el renacimiento de la teoría crítica -entendida como una práctica académica y social- en los Estados Unidos a comienzos del siglo XXI.

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Para leer a Mattelart

En 1970 el Centro de Estudios de la Realidad Nacional (CEREN) publicó un texto de Mattelart titulado El marco del análisis ideológico. Chile era por entonces un laboratorio social donde se experimentaban nuevas formas de gestión y participación popular. Ese texto de Mattelart está marcado por el clima de la época y resulta fundamental para entender el quiebre entre las teorías difusionistas y la conformación de un paradigma crítico en los estudios de comunicación latinoamericanos.

Mattelart apuntó sus cañones a la ciencia social burguesa para desmontar la Mass Communication Research y avanzar en una nueva propuesta teórica. Las críticas mattelartianas son dos: por un lado la investigación empírica, con el análisis de los efectos y las funciones de la comunicación de masas, había desplazado el interés del objeto (o sea, los medios) a los sujetos (receptores). En los casos en que la sociología empírica se acercó a los medios y sus contenidos se había quedado en el nivel manifiesto de estos últimos, sometiéndolos a una reducción estadística. Por otra parte el análisis de contenidos, tal como lo había concebido el funcionalismo, no podía superar el nivel cuantitativo-descriptivo, demostrándose incapaz de ir más allá de lo evidente.

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En su crítica a la sociología empírica Mattelart partió de la diferenciación -establecida por los mismos funcionalistas- entre una «sociología de la comunicación» de origen estadounidense, caracterizada por un análisis empírico que estudia los resultados manifiestos de la difusión de información, y una «sociología del conocimiento» europea que apunta a la unión sistemática de hechos o ideas dentro de un marco valorativo. Es dentro de esta polaridad -que señaló gran parte del debate sociológico de la posguerra, y llegó a su apogeo con la clásica confrontación Popper versus Adorno- donde debemos ubicar las críticas que los sociólogos norteamericanos realizaron a las corrientes «especulativas» que carecían de un verdadero «método científico».

De frente a la especulación del materialismo histórico los sociólogos funcionalistas opondrán las seguridades y objetividad de la encuesta de opinión y del análisis de contenido manifiesto. «El norteamericano investiga a corto plazo, y el europeo especula a plazo largo» escribirá R. K. Merton. A estas críticas Mattelart responderá sosteniendo que la incorporación de técnicas provenientes de la semiótica estructural  permitían a la «sociología del conocimiento» superar definitivamente al descriptivismo del empirismo, proponiendo un tipo de análisis que permite «comprender la realidad total». 

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En síntesis, la sociología de la comunicación era considerada un saber técnico que se limitaba a describir el statu quo con métodos pretendidamente «neutros» incontaminados de «juicios de valor». Mattelart aisló dos técnicas de investigación funcionalistas: el estudio de los efectos que buscaba «mejorar la relación entre un auditorio determinado y una empresa comercial emisora de mensajes», y el análisis de las funciones que trataba de «determinar la motivación del receptor». Según Mattelart esta «aproximación de la ‘communication research‘ acepta de antemano el sistema social en el cual está inscripto dicho orden social, sino que, en cierto modo, ratifica las reglas del juego del sistema, encerrando el análisis dentro de los límites de este último, ignorando esta cuestión previa, a saber, la legitimidad de la elección de un orden social existente, como referencia normativa última…..».

Al saltear la crítica al orden social vigente las técnicas de investigación empírica, más que instrumentos de recolección y elaboración de datos, terminaban siendo «instrumentos de ajuste al sistema» destinados a «suprimir los puntos críticos que ponen en peligro el equilibrio social». Resumiendo: de frente a una sociología empírica que parcelaba la realidad y ratificaba el orden social capitalista, el proyecto teórico esbozado por Mattelart se insertaba en la construcción de una sociología crítica -de fuerte impronta marxista con un plus metodológico tomado prestado al estructuralismo- que analizaba la dinámica social desde una perspectiva más amplia de transformación del sistema.

Interregno

Mucha agua pasó bajo los puentes desde la década de 1970. Los cambios políticos -me refiero a las sangrientas dictaduras y las transiciones a unas democracias limitadas y siempre al borde del orsai– trajeron cambios epistemológicos en los estudios de la sociedad y la comunicación. En los años 1980 se consolidó en América Latina un nuevo paradigma culturalista que, en cierta manera, se construyó sobre la crítica al planteo semio-marxista que encarnaban investigadores como Mattelart en la década anterior.

Como sucede siempre que surge algo nuevo, la diferenciación con el pasado resulta fundamental. ¿Qué quiero decir con esto? La emergencia de un nuevo paradigma en los estudios de comunicación llevó en cierta a manera a crear un estereotipo del paradigma semio-marxista (y viceversa). Dicho en otros términos: ni los teóricos que propulsaron el modelo cultural en los 1980-90 renunciaron a la crítica social ni el pensamiento crítico de los años 1960-70 debería ser erradicado de un plumazo.

Como dije en mi libro Hipermediaciones (Gedisa, 2008), cuando nos movemos en espacios dominados por la razón dualista (un concepto de gran utilidad que tomo prestado de Jesús Martín Barbero) corremos el riesgo de tirar el bebé con el agua sucia. Esto o lo otro. Todavía hoy -en un momento donde la versión más banal del empirismo tiende a dominar la investigación y las lógicas de publicación científica- una buena parte de las críticas a la sociología de la comunicación enunciadas por Mattelart hace 40 años son válidas; otras deberían ser revisadas a la luz de nuevas metodologías (por ejemplo no se puede seguir rechazando a los estudios cuantitativos en la era del Big Data). Se trata, en fin, de recuperar los componentes que mejor nos sirvan para desarrollar un trabajo científico serio y, al mismo tiempo, comprometido con la sociedad.

Radical Theories

Si bien en América Latina el pensamiento crítico nunca dejó de estar presente -aunque a menudo lo hace de manera puramente discursiva, retórica, sin consecuencias apreciables sobre las prácticas académicas, sociales o políticas- en este post me interesa dirigir la mirada hacia los Estados Unidos. En los años 1970 las únicas voces de tono mattelartiano que llegaban de Estados Unidos eran las de Herbert Schiller o Noam Chomsky. Sin embargo en estos últimos años, especialmente a partir del movimiento Occupy Wall Street, comienzan a sonar voces discordantes en las ciencias sociales estadounidenses.

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Un buen ejemplo de este retorno de la reflexión critica lo encontramos en publicaciones como el Militant Research Handbook (PDF) por parte de la NYU Press. Este texto se propone responder a una pregunta:

What is militant research? Let’s begin by saying that it’s the place where academia and activism meet in the search for new-ways of acting that lead to new ways of thinking. Native American activist Andrea Smith quotes her mentor Judy Vaughn to this effect: “You don’t think your way into a different way of acting; you act your way into a different way of thinking» (…) There is a wide range of advocacy research in universities that comments on and about activism without expecting the work to be directly engaged with it. Militant research works in and with the movements it is concerned with.

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En el Militant Research Handbook hay interesantes artículos sobre experiencias de movilización ciudadana en Argentina, España, India o Estados Unidos. Lo más interesante es sin dudas este acercamiento del mundo universitario estadounidense a prácticas sociales alternativas. Muchos jóvenes investigadores no se ven a sí mismos como condenados una rutina académico-productiva basada exclusivamente en la publicación de papers en revistas indexadas y prefieren aportar a los cambios que se están gestando fuera de las aulas y departamentos universitarios.

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La movida crítica va más allá de las publicaciones universitarias. Los movimientos nacidos al calor de las redes sociales en países tan distantes como Egipto, Chile, España o Estados Unidos ya comienzan a producir sus propias interpretaciones. Bajo el lema Occupy Theory, Occupy Strategy el grupo Tidal está generando interesantes debates sobre los nuevos procesos de transformación que vive la sociedad global:

There is no radical action without radical thought. Tidal offers a space for the emergence and discussion of movement-generated theory and practice. It is a strategic platform that weaves together the voices of on-the-ground organizers with those of long-standing theorists to explore the radical possibilities sparked by the occupations of Tunis’ Kasbah, Tahrir, Sol, Syntagma, Zuccotti and their aftermaths.

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En las publicaciones de Tidal participan reconocidos intelectuales, desde Michael Hardt hasta Nicholas Mirzoeff (el coordinador del Militant Research Handbook). Otro colectivo que opera en la misma sintonía de onda es Occupy Theory. En este caso se trata de una «online magazine that focuses on important issues related to the Occupy movement. Our journalists write about topics in the fields of climate change, activism, environment, and human rights». Las problemáticas abordadas en Occupy Theory van desde el trabajo infantil hasta el cambio climático o el desperdicio de comida.

Este renacimiento del pensamiento crítico y el acercamiento entre el mundo académico y los movimientos radicales se expresa también en la venta de libros dedicados a las cuestiones sociales. En un artículo publicado en el 2010 la periodista Natalie Hanman hablaba del «return of radical books«:

In the last five to 10 years there has been a massive resurgence in interest in grassroots politics and activism,» says Mandy Vere of Liverpool’s radical bookshop News From Nowhere, where she has worked since soon after its launch in 1974. The shop, named after William Morris’s utopian novel and run by a not-for-profit women’s collective, is, she says, benefiting from the anti-globalisation movement, the anti-capitalist backlash provoked by the current financial crisis, the recent growth in climate change and green activism, and the re-energised feminist movements.

En este contexto, y con esto voy terminando, sorprende el poco interés que ha demostrado el mundo académico español -pienso sobre todo en los estudios de comunicación- por estos nuevos fenómenos. España (Cataluña, Europa…) son laboratorios sociales donde, como todos sabemos y sufrimos, el modelo económico de la posguerra fundado en el Estado Social se está desmoronando. Lo que viene no pinta bien. La mayor parte de la sociedad -incluida la universidad- asiste atónita a este derrumbe. En las plazas y en las redes, sin embargo, algo comienza a moverse… Si bien hay estudios muy interesantes -ver por ejemplo el trabajo 15MP2P del grupo DatAnalysis15M basado en el análisis y visualización de datos del sistema-red #15m- son casi la excepción en un entorno donde la marea tira hacia un modelo de ciencia social que Armand Mattelart había denunciado en ese otro laboratorio que era Chile a finales de los años 1960. 

El tema da para mucho más, lo sé, pero hasta aquí llego hoy.

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4 Comments

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  1. Me temo, Carlos, que la universidad -al menos la española- está comenzando a ser terreno vedado para la investigación científica: esto es, la que pretenda transformar los conocimientos existentes en una determinada disciplina, y con ello el aspecto de la realidad que esta tiene por objeto investigar-transformar. Esta es la razón de fondo por la que dejé hace un par de años la codirección de Pensar la Publicidad. harto de revisar artículos estrictamente dedicados a hacer méritos en la Aneca o donde demonios sea. Actualmente trato de liberar mi investigación de esas trampas académicas, partiendo de la base de que -como tú dices muy bien- la innovación ha de venir de esos círculos alternativos que se plantean como primer objetivo transformar-entender la realidad y no hacer carrera académica. Un abrazo.
    Antonio

  2. Comento acá porque suele haber más desarrollo y me disculpo por la extensión. Como se ve muy bien en tu artículo, creo que muchas discusiones entre los científicos que pretendemos ser en algún sentido ‘críticos’ tienen que ver con la articulación de, al menos, tres series de fenómenos en los que estamos involucrados: el estado de la sociedad, los modelos y las metodologías para estudiarlo y la vida de los profesionales que realizamos los estudios; producto de diversos intentos todos parcialmente fracasados, mi propuesta actual es mantener claramente diferenciadas las tres series y que la articulación se dé en el nivel ‘superior’ de la política, estatal o no estatal. Investigar, discutir acerca de ello, cuestionar los modelos aplicados, entender las consecuencias de nuevos resultados, adaptar el trabajo a los cambios de la realidad social, que la investigación contribuye a detectar y valorar, son tareas demasiado complejas como para estar sometidas a la revisión constante de la ‘serie ideológica’ que la historia muestra que cambian a diferente ritmo. La vida académica, estructuralmente conservadora, genera diversas experiencias en quienes tienen o no, ingresos extras a los de su práctica. Por ejemplo, no es lo mismo un empleado público que además investiga, un heredero que además investiga o un becario que cobrar para investigar. Es un propuesta, no un dogma, pero organizo mi trabajo de investigación y docencia en la actualidad dentro de ese modelo.

  3. Reblogueó esto en INTEMPESTANOCTEy comentado:
    Una interesante visión sobre la comunicación de masas desde perspectivas que se circunscriben en la Sociología crítica. Desde la crítica de Armand Mattelart hasta los actuales movimientos y colectivos Occupy desarrollados por jóvenes universitarios y académicos en diversos países. La producción científica social al servicio de los cambios humanos en el siglo XXI y no sólo una mera preocupación por publicar en revistas indexadas.

  4. Muy bueno rescatar la visión crítica de A. Matterlat !! Respecto a los estudios en español sobre los movimientos juveniles coincido en parte. Sin dejar de reconocer lo conservador del mundo académico, desde nuestro proyecto de investigación (además de diversos relevamientos realizados por otros autores- menciono uno por ejemplo : el de Dominguez Pozos y Gonzalez (20179 sobre los movimientos en Chile y México) hemos analizado algunos procesos de disidencia juvenil en el ámbito de nuestra facultad ocurridos en los últimos años.

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